Vidas programadas

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Elisa estaba fatigada. Después del parto era necesario que descansara, pero cuatro horas a lo sumo, en la clínica que la atendió. Era peligroso permanecer ahí por tanto tiempo. Era muy arriesgado para quienes la atendieron, ni había espacio para ocultarla en aquel hospital clandestino. Le entregarían a la nena sin colocarle el chip en su pequeño cerebro, porque así lo pidió la madre. Había pagado una enorme cantidad de dinero. Y lo más importante, les había permitido explorar su propio chip de vida programada, sin necesidad de quitárselo.

Ella sabía que le quedaban pocos años de vida. Conocía, incluso, la fecha y el lugar donde moriría. Porque así lo había determinado su gobierno, desde hace treinta años. Un gobierno que, había encontrado la manera de llevar un control demográfico global y casi perfecto, sin tomar en cuenta la opinión, ni las vidas de el resto de los seres humanos. 

Nadie estuvo de acuerdo con aquellas reformas, pero no se pudo hacer nada. Porque fueron implementadas, sin que los habitantes del planeta lo supieran. Por lo que no están enterados que desde el año 2022 a la fecha ha ocurrido el 45 % de descesos de la población mundial que lleva desde su nacimiento el chip. Sólo porque así fue programado. Al resto de la población, que ya era adulta en ese año, se le fue envenenando, con los mismos alimentos que les vendían y que a los nacidos con el chip, no les afectaba. Hasta que exterminaron a los raza humana nacida antes del 2022. Ahora quedaban sólo ciudadanos de treinta años. Y los gobernantes, que llegan casi a los setenta pero, que siguen buscando la manera de prolongar sus vidas, con los chips de los que van muriendo. 

Nadie se explica, cómo es que han desaparecido las enfermedades incurables, como el cáncer, la hipertensión y la diabetes , entre otras. Piensan que el gobierno ha sido el responsable de este avance científico. Pero tampoco entienden, el deceso en masa de tantos que, aparentemente gozaban de muy buena salud. Porque lo mismo ocurre con los nacidos en 2022 y que a la fecha tienen treinta años cumplidos. Así que ellos no saben cuándo van a morir. Pero los responsables, sí. 

Ellos mueren en el trabajo, en la casa, en la calle... como si de repente fueran desconectados. Caen fulminados. En un par de segundos. No hay dolor. No hay agonía. Ni siquiera hay síntomas que indiquen alguna enfermedad. Porque las enfermedades, en realidad, no existen. Salvo aquellas que son virales y con reposo desaparecen. 

Elisa, lo descubrió recientemente. Porque estaba con Raúl, teniendo sexo, cuando algo le sucedió a su esposo. La sobreexcitación provocó que el corazón de Raúl bombeara más sangre de lo debido. La sangre llegó con fuerza hasta el cerebro y el derrame que tuvo afectó su chip de vida programada. Lo que ninguno de los dos sabía, era que aun no estaba programado el deceso de ninguno de ellos. Por lo que ningún agente del gobierno, tomó cartas en el asunto. Sin embargo, a partir de esa noche, su marido empezó a sentirse mal de la cabeza. Dolores muy frecuentes que, durante treinta años no habían sucedido.

- Llévame - Le dijo a Elisa - A la clínica de Arturo Sáenz. Tiene una clínica no reconocida por el gobierno. Era de su padre. Y aprendió a utilizar instrumental quirúrgico del que ya está prohibido. Es de mi entera confianza. Y sabrá qué hacer conmigo. Te explicaré cómo llegar allá. Y la hora exacta a la que debemos ir. 

Cuando llegaron, Arturo lo examinó, después de escuchar los pormenores. Y decidió operarlo del cráneo. Elisa estuvo todo el tiempo a su lado. Por eso, cuando Arturo descubrió el chip en el cerebro de Raúl, se mostró sorprendida y quiso saber más. El problema fue que, Arturo no estaba preparado para algo así. Y no pudo evitar la muerte de su amigo de tantos años. 

Tras el fallecimiento de Raúl, lo que importaba era saber el contenido de dicho chip. Uno de sus ayudantes, tenía conocimientos de computo y había estado colaborando con los del gobierno, hasta que fue despedido. Además, Mario tenía contactos que seguían trabajando con los gobernantes. Por lo que no se le dificultó conseguir una máquina apropiada para descifrar el contenido del chip. 

Fue cuando se enteraron, Elisa, Arturo y Mario de que en el chip de Raúl, venía la fecha en que debía de desactivarse.  Contaba también con un mapa del territorio nacional, que señalizaba los lugares más frecuentados por el portador. Por lo que resultaba fácil deducir, el lugar donde ocurriría el evento fúnebre. Un registro de actividades, permitía predecir el cómo, por extrapolación.

Nueve meses después, Elisa tomaba la decisión de parir en el hospital de Arturo. Su hija no llevaría ese chip. Estaba decidida. Arturo y Mario la apoyaban. Sobre todo Mario, que se había enamorado de Elisa. 

- Gracias Mario, por ayudarme todos estos meses de embarazo. No habría podido hacerlo sola. Mucho menos ahora que conozco lo que el gobierno quiere. No quiero que, por ningún motivo mi bebé pase por esto. En cuanto nazca, partiré lejos. Ellos podrán localizarme pero, a mi hija no. No tendrán ningún registro del nacimiento de ella. Dejaré mi casa, venderé los muebles y todo el dinero que consiga, lo donaré a la clínica. Y antes de que el gobierno, examine mi chip, les permitiré a ti y a Arturo que lo analicen superficialmente, si se puede. Porque sé que corro el riesgo de morir, si intentan extraerlo. Pero ustedes tiene los medios ahora, para decifrar lo que está programado. Que a estas alturas, no sé realmente, si me gustaría saberlo. Si me toca morir antes de que mi hija alcance la mayoría de edad y pueda valerse por si misma, quiero dejar un video grabado...

- No te preocupes - Mario la interrumpió - Ya no estás sola. Quiero ir contigo, a donde vayas. Si me lo permites. Porque te amo, Elisa. Y estaré contigo en todo lo que te propones. 

Cuando abrieron el cráneo de Elisa, pudieron decifrar la fecha de su defunción. Y el probable lugar. Sólo que en esta ocasión, no sería el mismo que se deducía en el chip. Porque Elisa se marcharía con Mario, a un lugar nunca antes visitado. 

Grabó el video y se lo incrustó en la piel de su pequeña. Era el sitio que consideraba más seguro para no ser extraviado. Mario no sabía qué tiempo le quedaba de vida pero, se había enterado que a Elisa le quedaban doce años. Así que, para no correr riesgos con el secreto que le confesaba a Myrna, cuando tuviera esa edad, pensaron irle dando pistas. Para evitar también, que los delatara si alguien desconocido se acercara. 

Mario y Elisa se dedicaron a ser felices. Y a hacer felices a Myrna. Tuvieron la fortuna de que a los diez años de edad, su hermosa hija, ya conocía el secreto. Su inteligencia los deslumbró. Desde ese día, tuvieron la certeza de que ella lucharía por acabar con todo aquel mal gobierno. Sólo esperaba ser mayor de edad, para iniciar el contraataque. 

Mario le dio un beso a Elisa, mientras la pequeña jugaba. Myrna los miró y corrió a abrazarlos. 

 

 

 


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