Avanzaba cauteloso a lo largo del pasillo, con su arma de largo alcance desenfundada y lista para disparar. Se cercioraba de que a su izquierda y derecha no hubiera ninguna puerta abierta. Las golpeaba con la culata del arma. Al fondo, se miraba el arco que era la salida de uno de los cuatro pasillos, que conectaba con la pequeña glorieta interna del enorme edificio. Antes de asomarse, se cercioró de que no hubiera enemigos esperando su salida. Miró al segundo nivel justo en el instante en que le disparaban. Apenas tuvo tiempo de esquivar los disparos. Se lanzó al suelo, rodó y disparó hacia el sitio de donde provenían los disparos. Un par de encapuchados cayó desde lo alto. Como nadie más disparó, corrió hasta la glorieta.
Examinó las entradas de los otros tres pasillos. ¿Debería seguir de frente? ¿Al pasillo de la izquierda? ¿Al de la derecha? Hubo una pausa.
Curiosamente, durante ese tiempo, nadie le disparó. Después de unos minutos, se escuchó algo así, como si se abrieran las compuertas de una presa y una gran cantidad de agua corriera. Luego, se escuchó nuevamente agua correr, pero con menor fuerza y flujo. Nada de esto, pareció preocuparle al agente encubierto. Tal vez, porque se sentía protegido por el traje oscuro con vivos rojos que portaba. Quizás llevara un chaleco antibalas. El casco que protegía su cabeza, llevaba una visera de mica a prueba de balas, que cubría sus ojos. Sólo su boca quedaba descubierta.
Después de la pausa, regresaron los ruidos que provenían de los pasillos aun no recorridos. Pero debía tomar una decisión. Y regresar por el mismo pasillo no era una opción.
Decidió marchar hacia la izquierda. Sosteniendo ahora un arma corta, que le permitiera avanzar con rapidez. Se introdujo en el pasillo y cambió de arma. Lo recibieron con disparos de alto calibre, pero supo evitarlos, lanzando su cuerpo hacia una de las puertas que habían abierto las detonaciones. Con su arma lanzagranadas pudo acabar con más de cuatro enemigos. Pero seguían llegando. Con la metralleta, que despojó a uno de los caídos, pudo seguir eliminando a sus contrincantes.
Cuando se cercioró de que no había más enemigos en el pasillo del oeste, volvió al centro del edificio. Sólo para avanzar, sin pensarlo, al pasillo contiguo, de los dos que le quedaban por abordar. Quizás ese fue su error. Allí se encontraba la mayoría de los malhechores. Y tendría que utilizar sus mejores habilidades para combatirlos. No se le ocurrió tomar una pausa para definir su mejor estrategia. Además, las municiones que llevaba, no eran suficientes. Tenía que reponerlas. Y no lo hizo. Pero, aun así confiaba en sus habilidades manuales para ganar la contienda. Con lo que no contaba fue con una llamada de último minuto.
- Jorgito - Le llamó su mamá desde el comedor - Ya está servida la cena.
Se distrajo y en menos de un minuto, lo eliminaron con una serie de disparos de alto calibre y múltiples granadas que explotaron en donde se encontraba el Ekorman.
Game Over, fue lo último que alcanzó a leer Jorgito en la pantalla de su video juego, antes de apagarlo.
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