TE ESPERO EN ALTEA

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Enviado el , clasificado en Terror / miedo
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Después de siete años de no verla desde que estuvimos en la Universidad recibí una llamada de Verónica mi novia de aquellos tiempos. Concertamos una cita y el siguiente sábado nos encontramos en el bar de costumbre a la misma hora de siempre.

Pensé que esta vez no sería conveniente que yo llegará al final y apresuré el paso a todo lo que tenía que hacer ese día y llegué diez minutos antes de la cita, pedí una mesa pequeña, me instalé y con tranquilidad empecé a beber mi copa de vino preferida.

Verónica llegó quince minutos después de la hora acordada se asomó por la ventana y me ubicó rápidamente, yo era la única persona que estaba sola en aquel lugar. Entró bella y radiante como yo la recordaba, con una falda de color gris y una blusa rosa, zapatos de tacón altos y su esplendida cabellera negra.

Se acercó a la mesa y alcanzó a darme un beso en la mejilla. Después vino lo más complicado, ninguno de los dos decía nada, el silencio se hizo eterno hasta que ella inició la plática:

¿Cómo te ha ido? ¿Te casaste o sigues soltero? Estoy muy bien en general, por fortuna. Me casé y a los cinco años nos divorciamos. ¿Y tu? ¿Qué has hecho de tu vida? Nunca me casé, permanezco libre y autónoma y trabajo por mi cuenta en diversos negocios. Y ahora que nos hemos vuelto a encontrar que te parece si reiniciamos lo que dejamos suspendido ?dijo ella-.

Ese comentario me provocó una gran inquietud, al punto que quedé sin palabras. Solo unos cuantos minutos después le dije:

Yo estoy dispuesto a probar lo que se presente. ¿Cuándo nos volveremos a ver?

No me respondió y continuamos hablando de muchos temas que teníamos pendientes, nos fuimos actualizando.

Cuando nos despedimos ella me dijo:

Nos vemos en Altea el próximo sábado a la misma hora de siempre, me dio un beso en la boca y se fue.

El día de la cita yo no sabía a qué se refería con Altea: sí era un país o sólo un lugar de aquella población. Pedí un taxi y le dije: lléveme a Altea. Después de casi una hora el auto se detuvo y el chofer me dijo:

Ya hemos llegado. Aquí es Altea.

Dirigí mi mirada a la izquierda y estábamos frente al Cementerio Principal.


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