HÉROES Y MARIONETAS

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«Toma…, libérate»

El títere oyó una voz, aunque no estaba seguro de que esas fuesen las palabras. Sus oídos no eran reales, sino unas semiesferas pegadas a su cabeza de madera, y no eran de confiar.

Su mundo era una infinita cantidad de colores difusos, pues sus ojos no eran más que círculos pintados y no funcionaban muy bien.

En medio de las tinieblas que lo rodeaban, vio una luz. Entrecerró los párpados y le pareció ver un objeto metálico. Tomó la pieza y supo entonces que se trataba de una tijera. Quedó atónito, nadie lo había ayudado jamás, nadie le había hablado desde tiempos inmemoriales. Él no tenía recuerdos de la época previa al momento en que lo sujetaron con hilos transparentes. Ya no recordaba haber actuado alguna vez a voluntad.

Supo que no sería fácil cortar los hilos uno por uno, pues sus manos tenían unas hendiduras que simulaban dedos reales, pero eran falsos y carecían de precisión. Además, cada vez que cortase un hilo una parte de su cuerpo caería como plomo, dificultándole cada vez más la tarea.

«Gira…, enrédate»

Le pareció una buena idea, si es que sus oídos simulados habían escuchado bien. Comenzó a girar sobre su eje y los hilos se enredaron en un punto; ese sería el lugar en donde debería hacer el corte.

Dejando la vida en un esfuerzo levantó las pesadas tijeras sobre su cabeza. Apuntó justo por debajo del nudo que se había formado, y cortó los hilos.

Era libre, libre al fin. Ya no tenía nada que le sujetara la cabeza, diciéndole a dónde mirar y a dónde no mirar. Nadie manejaba sus brazos y sus piernas, haciéndolo caminar de esa forma tan ridícula que tienen los títeres. Un mundo nuevo se había abierto para él.

Sin embargo, cuando intentó ponerse de pie, le fue imposible. Sus piernas estaban acostumbradas a ser guiadas, y carecían de la fuerza necesaria para moverse por sí solas. Quiso ayudarse con los brazos, pero éstos también eran inútiles; tanto tiempo dedicados a realizar ademanes sin sujetar nada los convirtieron en miembros atrofiados incapaces de soportar cualquier propio. La marioneta había perdido toda fuerza física al quedar separado de la mano que lo sostenía. Arrodillado y con inertes brazos colgando a cada lado, solo pudo sollozar.

«Ven…, acércate»

Alguien lo estaba llamando, tal vez el mismo ser que le entregó la tijera, aunque sus ojos y oídos de títere eran incapaces de asegurarlo.

Se dejó caer hacia la dirección de donde provenía la voz y comenzó a arrastrarse. Su cuerpo, sin huesos ni músculos reales, parecía pesar una tonelada.

Instantes después, algo lo sujetó. Un ser lo levantó de la cabeza, de los pies y de los brazos. 

Entrecerró los párpados para contemplar al héroe que lo elevaba de los hilos, y entonces supo que el mismo monstruo que siempre lo sostuvo con la mano derecha, ahora lo sostenía con la izquierda.

 

Autor: FEDERICO RIVOLTA


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