BORRACHA ¡¡¡COMPLETO!!!

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SIENTO NO HABER PODIDO (no me dejaba el sistema) PUBLICARLA SEGUNDAPARTEDE BORRACHA.

 AQUÍ TENÉIS LAS DOS

 

BORRACHA 1/2

 

No sería ni correcto, ni justo, ni mucho menos exacto, si diría que era una mujer rara, ya que para mi todas lo son.

Mariela estaba riéndose a carcajadas, rodeada de cinco chavales entre 25 y 35 años. Sentada sobre una de estas sillas altas que colocan al lado de las barras. Estaba vestida con una minifalda “vaquera”, una blusa a flores, ancha y transparente, de estas sin cuello que a menudo caen para un lado descubriendo parte del sujetador, y unas botas de cuero - tipo “vaqueras” también.

Animados por sus risotadas, los chicos se precipitaban uno encima del otro para contar más chistes e historias divertidas.  

Hasta yo les escuchaba, teniendo en cuenta el alboroto en la discoteca, casi repleta a estas horas de la noche.

De vez en cuando Mariela me miraba,y levantanba su copa para saludarme.

Yo le contestaba devolviéndole el guiño.

Veía como uno de los muchachos, el más alto y moreno, tocaba su muslo apropósito, y cada vez que lo hacía, ella lo miraba en los ojos con aprobación. Viendo esto, mi pobre alma se encogía de tal manera que me provocaba un intenso dolor de pecho. Entonces salía fuera para encender un cigarrillo e intentar a tranquilizarme. El grupo, junto con mi amiga seguía bebiendo, riendo, bailando y tocándose cada vez con más detenimiento. Pasaron como dos horas, y al volver en el interior de la discoteca, después de mi decimocuarta salida, vi como tres de los chicos subían detrás de Mariela por la escalera que llevaba a la segunda planta, bromeando y empujándose uno al otro. El segundo piso era solo para invitados, además, por la incomodidad de la escalera metálica casi nadie subía.

Los férreos sonidos después de cada zancada, retumbaban en mi cabeza como campanadas.

El parsimonioso balanceo de su cuerpo subiendo la maldita escalera, todavía me provoca mareos.

Al rato uno de los acompañantes de mi amiguita se arrimó por la barandilla y llamó a los demás. Uno de ellos se negó. El otro aceptó sonriendo.

Fui detrás de el, hasta la pequeña sala de reuniones.

La escena con la que me encontré, hizo que la temperatura y la presión dentro de mi cuerpo subieran bruscamente, como a una maquina de vapor averiada.

Desgraciadamente, tenia que cumplir con el acuerdo que tenía con Mariela.

La “No intervención, si el encuentro era consentido”.

La escena: 

Con la faldita subida por encima de la cintura y las braguitas todavía colgando de uno de los tacones de sus botas,…

 

 

BORRACHA 2/2

                                                                                                                     …Mariela cabalgaba uno de los chicos, mientras el más moreno se la follaba por detrás, dándole fuertes golpes cada vez que la penetraba. A los otros dos muchachos se los turnaba haciéndoles mamadas.

La luz era escasa y parpadeante, aún así pude apreciar la abundancia de sudor y humedad vaginal.

El morenazo estaba a punto. Hizo un gesto nervioso a uno de sus compañeros para que se intercambiaran. A continuación sacó su considerable miembro del trasero de Mariela y tembloroso se le acerco a la cabeza. Un instante después, gruñendo como un jabalí, empezó a echar chorros de esperma por toda la cara de la chica. 

Los demás se animaron y terminaron de la misma forma, corriéndose en su boca, en sus pechos, sobre sus ojos. Luego se vistieron, y chocando los “cinco” se fueron.

Todos, menos el que todavía estaba debajo de la chica. Ella se acomodó sobre el y siguió fallándole.

-        Estas bien – le preguntó, y a continuación le dio un beso largo, con la boca todavía pringada de semen. A el por lo visto no le importó nada, así que Mariela se dio la vuelta, se sentó sobre su cara y empezó a masturbarse.

-        ¿Vienes? – me preguntó, al darse cuenta que estaba ahí.

Después de mi negación, siguió con lo suyo.

Estaba gozando. A continuación, trepidando como una hoja, terminó maullando.

-        ¿Te llevo? – La pregunté yo, ausente de sentidos y fuerzas. Tenía miedo de dejarla sola…y menos con la reputación que se acababa de ganar.

No me contestó, se repuso un poco después de limpiarse malamente con un pañuelo húmedo, encendió el cigarro que le ofrecí y me siguió para bajo.  

Que orgía más delirante, frenética y desmadrada.

En conclusión;

Una cosa era indiscutible. Era preciosa, fina y delicada. Hasta cuando se la follaban como una perra callejera mientras hacía mamadas a cada cual se le acercaba.

Por mi desgracia, era mi diosa, mi musa y desde luego mi más terrorífica pesadilla.

Me encontró en nuestro bar, al atardecer del día siguiente.

Se me acercó sigilosamente por la espalda sin darse cuenta que la veía en los espejos, a través de las botellas.

Cuando puso la mano sobre mi hombro me dí la vuelta. Esquivé casi por completo los dos besos que pretendió darme.

Seguidamente escuche su tímido susurro.

–      Creo que anoche me pase un poco con la diversión, ¿verdad? – preguntó mirándome fijamente en los ojos.

Al tardar con la respuesta insistió;

– Que vergüenza ¿no? – siguió pidiendo mi consuelo.

Me entretuve otro buen rato antes de contestar.

Recordando, reflexionando e intentando contener mis deseos de gritarla, insultarla y hasta pegarla.

-        Tranquila mujer, puede pasar a cualquiera. - fingí yo, devolviéndole la mirada. Intenté disimular mis sentimientos y la repugnancia que sentía en este momento. - Seguro que nadie recordará nada - dije, dándole a saber, que jamás lo olvidaré. 

En realidad, ella no me mintió, ni hizo nada a escondidas. Todo ocurrió delante de mí.

Ella simplemente se divirtió, tal y como hemos acordado.

¡Que lacra!

Se que mañana seguiré amarla, aunque ahora más que nada, querría matarla. Me odio a mi mismo por querer a esta mujer.

Deberíamos poder a elegir a quien amar y a quien no.

 

¿No creéis?

 

Rúen Pautalia

05.02.2013


 


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