Llorando en soledad

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Estaba atrapado, atado de pies y manos, amordazado y sentado en una silla sin la posibilidad de hacer apenas ningún movimiento. Sus secuestradores iban a acabar con él porque su familia no había sido capaz de abonar la cantidad indicada para su rescate, al fin y al cabo, a ellos les daba igual un asesinato más, no significaba nada, ni tan siquiera recordarían a aquel desgraciado cuando pasara un tiempo.

Él se resistía a su inminente destino y trataba de escapar, intentaba moverse a pesar de su situación, pero apenas avanzaba unos centímetros y no lograba desatar sus miembros de la silla, era imposible, pues había sido atado a conciencia. Sabía que ellos no tardarían en llegar y no dudarían en acabar con su vida, no tenían un móvil concreto, solo la impotencia y la rabia por la pérdida de tiempo que aquel secuestro les había resultado.

Finalmente aparecieron y él se puso extremadamente nervioso, consiguiendo emitir unos ruidos ininteligibles debido al esparadrapo que tenía en la boca. Uno de aquellos miserables sintió curiosidad por lo que decía y se lo quitó para que pudiese hablar, hecho que le sirvió para llamarles cobardes e instarles a que peleasen uno por uno contra él, aunque no logró ningún resultado positivo, solo una paliza.

Acabó maltrecho en el suelo, llorando y suplicando por su vida, rogando un poco más de tiempo, la posibilidad de cambiar las cosas, de ver crecer a sus hijos, la oportunidad de envejecer junto a su mujer y poder cenar aquella noche junto a su familia con sus padres, pero nada pareció conmover a las bestias sin corazón que tenía delante, finalmente desaparecieron de aquella habitación y le dejaron allí llorando en soledad. No comprendía lo que estaba pasando, aun albergaba la esperanza de sobrevivir, buscaba todavía la piedad de unos monstruos porque no tenía otra manera de escapar de allí.

Escuchó disparos y por el sonido debían provenir de la habitación contigua, pasó miedo, pues pensaba que estarían practicando para matarle o que simplemente querían intimidarle antes de acabar con su vida. Sabía que disfrutaban con el miedo que infundían a sus víctimas y nada de lo que pudiera pensar podía reconfortarle. No obstante, los tiros no provenían únicamente de sus secuestradores, sino también de la policía.

No estaba todo perdido, habían venido a rescatarle y lo consiguieron, era increíble saber que aquellos horribles momentos habían terminado por fin. Lloró, pero en aquella ocasión lo hizo de alegría, pues ya no tenía nada más que temer.


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