Viaje inesperado Final

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Me acerqué y la sensación fue la misma, un escalofrío recorrió mi cuerpo, me quedé paralizado ante tal belleza. Nos miramos y vi como una lagrima, recorría sus mejillas. El brillo de sus ojos era espectacular.
Nos sentamos sin mediar palabra y nos quedamos absortos con lo que la vista nos proporcionaba, el atardecer dejaba una escena de foto en nuestras retinas y la paralización de nuestros cuerpos, nos dejo rendidos mientras veíamos la puesta de sol más impresionante del mundo.
La primera palabra que conseguimos mediar fue en la cena.
Mientras cenábamos ella me pregunto por el plan de mañana y sino me importaba incluir algunos pequeños cambios en él, yo asentí, raro en mi, porque no me gustaban los cambios, pero había algo en ella que no me daba opción a dar un no por respuesta.
La cena transcurrió con normalidad y entrada la noche nos dirigimos a la habitación. Yo me metí en la cama, mi cabeza no paraba de dar vueltas a lo ocurrido y lo que me estaba sucediendo con ella. Me tenía hechizado y no era por amor, sus ganas de ver todo, de disfrutar de la vida, de las pequeñas y grandes cosas era algo que yo no comprendía.
Mi viaje era de placer, quería disfrutar de un paraíso entregado a mi, por una compañía de viajes que me vendió el edén en exclusiva. El sueño se fue adueñando de mi mientras la observaba con atención. Ella seguía sentada en el exclusivo trozo de paraíso que nos había proporcionado el hotel y entre sueños me pareció ver como se acercaba a la orilla, se desnudaba y se metía en el agua, pero no recuerdo más, mi cuerpo se derrumbó y caí en un sueño profundo.
Amaneció y ella ya estaba vestida, sentada en el regazo de la cama a la espera de que yo hiciera lo propio. Su sonrisa me dio los buenos días y me alegro el despertar. " Vamos dormilón, tenemos un gran día por delante, levántate que nos espera un coche en la puerta. "
Bajamos a desayunar antes de emprender camino. El desayuno era copioso, desmesurado, cestas de frutas, bollería de diferentes clases, panes, cafés, tés y demás manjares estaban a nuestro alcance.
Mientras yo me servía el desayuno, abundante y variado, ella cogía tan sólo algo de fruta y un café sólo. Pero cual fue mi sorpresa, al ver que el gran bolso que llevaba, lo estaba llenando a hurtadillas de comida.
Me avergonzaba que pudieran verla y nos dijeran algo, así que me acerqué a ella y la susurré una regañina al oído.
Desayunamos y salimos del restaurante. Aún sorprendido por su avaricia al llenarse el bolso de comida, le pedí una explicación, mientras subíamos al todo-terreno destartalado, a lo que ella llamaba : "el coche que nos esta esperando", si a eso se le podía llamar coche.
Un tipo lleno de rastas, nos instó a subir, el coche no tenía ni cinturones, por no tener no tenía ni puertas. Arrancó suavemente y mientras ella me daba explicaciones de porque su robo de comida, el chófer nos adentró en una zona desolada, maloliente y demacrada.
Las casas, si así se podían llamar, eran chabolas hechas de restos de todo, Los tejados, medio derruidos soportaban grandes hojas de palmeras que les cubrían levemente de las inclemencias del tiempo. El chófer se detuvo y ella bajó del coche mientras yo trataba de asimilar su explicación durante el camino.
En breves palabras me dijo que el viaje aquí se dividía en dos, que ella entendía el viaje de placer que yo estaba dispuesto a hacer y que para eso lo había pagado. Que podía recorrer la isla por los lugares más exóticos que las grandes compañías hoteleras habían comprado al gobierno corrupto a lo largo de años a cambio de riquezas, que luego no compartían con la población y que ella se iba a quedar en esa barriada pobre regalando comida y atenciones médicas a los habitantes de aquel lugar.
Le pidió al chófer que me llevara de nuevo al hotel y allí gozara de los placeres tan exquisitos que había contratado.Me subí al coche desconcertado, el chófer me llevo de nuevo rumbo al hotel y todo el camino sin mediar palabra.
Al llegar al hotel, me dijo que no me preocupara por ella, que estaba en buenas manos.
Bajé del coche sin mediar palabra y me dirigí a mi habitación, me senté en la cama y me puse a llorar desconsoladamente. En mi cabeza no cabían tantos pensamientos de culpa, tanta rabia por no haber sido capaz de abrir los ojos por mi mismo. Tenía que haber ocurrido esto para darme cuenta.
Mi amigo estaba enfermo en el hospital sobreviviendo a una enfermedad, que aquí es un lujo poder pagarse una vacuna y yo pensando en que se había jodido mi viaje. Queriendo llevarme en mi retina lo hermoso de un paraíso artificial creado en exclusiva para mi, mientras los habitantes de esta pequeña isla lo pasan mal y para colmo de todo, echo la bronca a ella, por robar comida, y lo hace para repartir con esa pobre gente. Soy un auténtico gilipollas.
Me encamino por la misma ruta por la que el chófer nos había traído, en busca de ella. Me doy cuenta que ese gilipollas que llevo dentro acaba de morir y que ella ha conseguido abrirme los ojos. Antes he pasado por la habitación y he cogido ropa, un botiquín que he traído y varias cosas más, entre ellas un montón de cosas sustraídas en el hotel. Llevo la mochila cargada hasta los topes.
Sueño con llegar junto a ella y pedirla perdón por mi hipocresía y quiero que me enseñe a ser feliz con las pocas cosas que nos da la vida, de echo, me voy embriagando de todo mientras camino entre lo que realmente es la isla, sus olores, sus gentes y sus costumbres, cuando me salen al paso cinco individuos con cara de pocos amigos. Mi cuerpo se estremece al sentir una punzada en el costado, tiran de la mochila y caigo de rodillas en la tierra. Me toco y siento la humedad de mi sangre empapando la camiseta. Hago un esfuerzo por levantarme y siento un dolor inmenso, pero saco fuerzas de flaqueza para seguir mi camino. No doy más de tres pasos y caigo de nuevo, una multitud se agrupa junto a mi. Me cogen el volandas y me introducen en una de las casas. Mi cabeza pierde el control y sólo oigo gritos, pero una persona los echa a todos de la habilitación y mientras desfallezco siento su voz apaciguadora desvanecerse en el aire.
Despierto horas mas tarde, ella está junto a mi, sonriendo. Me cuenta que han detenido a los culpables y que estoy loco, pero noto que su expresión de locura es la misma que la mía. Estoy en un hospital y me van a trasladar de vuelta, pero le pido quedarme y que sea ella la que me cuide, mientras descubro su mundo y sobre todo a la persona cuya voz me acompañó en el momento más amargo de mi viaje, la tengo mucho que agradecer.


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