El escudo del espartano (Parte 6: Batalla en las Puertas del Infierno)

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"EL ESCUDO DEL ESPARTANO (Parte 6 ? Batalla en las Puertas del Infierno)"

El género de Espada y Brujería trasladado a la antigua Grecia. Se acerca el desenlace final de esta apasionante historia, nuestros héroes van a tener que afrontar el terror y la muerte y necesitarán de toda su fortaleza y su valor. ¿Podrán salir victoriosos del infierno que les espera?

Mucha emoción, magia y épicas batallas os aguardan...


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?Nos estaban esperando ?Cleon escupió al suelo con desprecio y maldijo a los Dioses?. ¿Cómo es posible que hayan descubierto nuestra posición? Nos hemos movido como sombras durante la noche y permanecido ocultos mientras lucía el sol, y nuestros exploradores no han hallado ni rastro de ponzoña ateniense en muchos estadios* de distancia durante estos últimos días.

?Aquí hay en juego fuerzas que trascienden el mundo mortal señor, lo presiento ?quien hablaba era Garnicles que se encontraba en la primera línea de hoplitas, justo a la espalda de su mentor.

Cleon se volvió con cara de pocos amigos. No necesitaba palabras para hacer notar cuando quería que sus hombres guardaran silencio. Y así lo hizo Garnicles, con la feroz obediencia de un Espartiata.

?Espartano, cuando quiera que me cuenten historias de espectros y fantasmas incluiré a algún sacerdote en mi falange. Libera la mente de estúpidas fantasías y haz que retorne junto a tus Iguales, o acabarás atravesado por alguna lanza ateniense antes de que te des cuenta. Las únicas fuerzas que marchan por esta zona son las de nuestro ejército ?hizo una pausa y volvió la cabeza hacia el horizonte ?o al menos así era hasta hoy. Bien, de todas formas poco importa. De hecho es una verdadera suerte, lleváis varios días sin combatir y seguro que ya estáis más blandos que el caldo negro con el que llenamos nuestras tripas. Os vendrá bien un poco de entrenamiento aunque sea ante esos pusilánimes.

Un coro de brazales y lanzas entrechocando entre si aclamaron esas últimas palabras. La alegría ante la perspectiva de un nuevo combate se palpaba en el ambiente. Garnicles sonrió para sus adentros y cerro los puños, enardecido por el poderoso canto de las armas. No obstante, le gustaría que su mentor tuviera más en cuenta a sus preocupaciones aunque bien es cierto que sonaban un poco a desvaríos de una mente decrépita. Ni él mismo se las terminaba de creer pero su intuición no paraba de repetirle que había algo que no marchaba bien. Desde las ramas de los árboles los pájaros observaban la marcha espartana con inquietante atención, el viento soplaba con pasmoso silencio sin apenas revelar signos de vida, hasta se habría atrevido a afirmar que las aguas de los ríos parecían capturar el reflejo de los hombres cuando las atravesaban. ¿Era acaso su mente hastiada de la tediosa ausencia de combates la que producía todas esas sensaciones? Esperaba sinceramente que fuera así.

Hacía varias semanas que el ejército espartano había desembarcado en la costa de Sicilia al mando del general Gilipo. La información sobre los planes y tácticas del enemigo que el traidor ateniense Alcibíades les había proporcionado había resultado de un inestimable valor y les había ayudado a avanzar con rapidez hasta la capital Siracusa, no sin antes reunir un pequeño ejército proveniente de varias ciudades que apoyaban la rebelión contra los atenienses. La presencia de los aguerridos y temibles lacedemonios entre sus filas elevó la moral de los siracusanos de tal forma que consiguieron evitar la invasión de la ciudad a pesar de estar en franca desventaja numérica. La caballería de Siracusa no tuvo rival en la débil caballería ateniense y la falange espartana arrolló a los más de dos mil hoplitas que osaron hacerles frente.

El general ateniense Nicias enfermó de pura desesperación, pues en un abrir y cerrar de ojos la situación había dado un giro drástico y ahora eran él y su ejército los que se encontraban sitiados. No obstante, sus mensajes a Atenas pidiendo auxilio tuvieron respuesta enseguida y un nuevo ejército al mando de Eurimedonte y Demóstenes zarpó hacia Sicilia. Con ellos viajaba un misterioso hombre al que nadie había visto la cara pero su mera presencia ponía nerviosos a los animales y hacía que hombres se sintieran pequeños y bajaran la cabeza. Muchas eran las historias que circulaban sobre él, algunos decían que era un oráculo que podía invocar a los espíritus del Inframundo, otros que era una aberración fruto de las cópulas de Hades con alguna Heleade de los pantanos.

Nadie sabía su nombre pero Garnicles llegaría a conocerlo... y a temerlo.

Ante la inminente llegada de refuerzos enemigos, el general Gilipo había decidido destinar parte de su ejército para recibirlos por sorpresa. Por ese motivo había seleccionado a sus guerreros más veloces que no serían acompañados por ilotas para llevar su equipo ya que no harían más que retrasar su ritmo. Encomendó el mando de ese contingente al veterano Cleon y Garnicles fue el primer nombre que acudió a su mente cuando empezó la elección de soldados que le acompañarían.


? ¡En formación! ?la autoritaria voz de Cleon era la que correspondía a un líder de hombres. Los soldados espartanos se movieron con una perfecta coordinación y juntaron los escudos de bronce produciendo un estruendo que sacudió el aire. Todos tenían el semblante sereno pero dentro de ellos la adrenalina crecía y preparaba sus cuerpos para dar lo mejor de si mismos en la inminente lucha. Aferraban con fuerza sus lanzas, ansiosos por que llegara el choque contra la infantería enemiga.


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Debido a la extensión del relato no es posible publicarlo aquí entero. Si queréis acabar de leerlo podéis visitar la publicación en mi blog:

http://donde-los-valientes-viven-eternamente.blogspot.com.es/2014/12/el-escudo-del-espartano-parte-6-batalla.html


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