Despertar de frio
Una noche vivida es como un momento perdido, ya que por muy fuerte que fuera el fuego que en nuestra memoria grabase el recuerdo vivido, este con el paso del tiempo siempre tiende a apagarse. Por eso tendemos a visitar los mismos lugares, ver a las mismas personas y recorrer los mismos caminos; con el motivo único e irracional de sentir que lo vivido, pese a perdido, sigue estando ahí.
Apunto de comenzar la primavera despierto en el lugar donde no queriendo estar, no tengo intención de cambiar. Ya que pese al viento frio que viene del norte y que tantas veces de niño había movido mi flequillo no quería dejar de sentir en mi cara. Comenzar el día es sencillo, ya que solo tengo que ponerme los zapatos, cambiar la cazadora de noche por la de día y recoger el saco. Recorrer los escasos dos kilómetros que me separan de tu corazón, es sencillo ya que llevado por tu viento y guiado por tus aguas el camino se hace cuesta abajo. Momento que uso para recordar y revivir los días de fiesta alrededor de tu corazón; amaneceres que llegaban entre risas por tus calles empedradas, días de sonrisa irracional al verte enflorecida, noches silenciosas rotas por el sonido de los tambores que hacían sentirme más cerca de lo que desconozco pero siento, y madrugadas de cierzo que acaban en besos apasionados debajo de tus arcos.
Ver tus leones protectores y oír el rugido que sale de mi estómago me hace recordar que todavía hoy no he desayunado, cosa habitual entre los de mi gremio, pero para mí siempre fue más importante ser puntual en mi lugar de trabajo que cumplir manías humanas de comer tres veces al día; motivo por el cual he prosperado en esta profesión que comencé hace ya seis años, no por vocación todo se ha dicho de paso, sino por ere y por embargo, los cuales para mi desgracia no son dos tipos griegos con los que poder hablar y negociar, sino dos molinos gigantescos contra los que cual Quijote uno solo puede hacer el ridículo. Por suerte hoy luce el sol, el cual pese a no calentar mucho siempre hace más generosa a las personas, lo cual asegura no saltarme la segunda comida del día.
Habiendo cumplido con mis leones me dispongo a seguir con mi jornada laboral, con la esperanza de que el sol caliente un poco más que por la mañana y me ayude a sacar lo suficiente para no tener que elegir entre apaciguar el rugido nocturno o dormir viendo un techo abovedado en forma de arco una noche más.
Ya veo que tu torre tapa los rayos de un sol anaranjado, provocando una sombra cincelada por el hombre, sombra con la cual me mezclo buscando momentos ya vividos, que aunque no están rotos en mi memoria, lo están en el tiempo. Y dado que no tengo a nadie cerca para reconstruirlos doy por finalizada mi jornada y vuelvo al ?hogar?. La vuelta siempre la hago más rápida que la ida y no porque no me gusta mi trabajo, que no, sino porque los de mi profesión sabemos que el uniforme que llevábamos, por el día produce lástima y por la noche esta torna en miedo.
Al final del día comienzan las preguntas, siempre las mismas y siempre sin respuesta: ¿Por qué yo?, ¿en qué momento todo se torció?, y la más importante: ¿Por qué seguir? La verdad es que para esta si tengo la esperanza de encontrar respuesta: todo puede cambiar, solo hace falta??..,aahh que sueño, espero encontrarla al despertar de frio.
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