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El alquimista
El alquimista me hizo tumbar.
Después me habló,
lo hizo largo y tendido.
A continuación dibujó en mi pecho
una puerta y me ordenó abrirla.
Deseé abrir esa puerta, mi cuerpo
se estremeció.
Comenzaron a salir de mí todos
los monstruos que allí habitaban.
Grandes, pequeños, retorcidos, oscuros...
Por ultimo salio mi alma que resplandecía
y el alquimista le mandó;
-tú no, regresa.
Desde entonces conservo la cicatriz,
pero ahora soy puro, nada me aflige.
AL irse, el dijo que
los peores monstruos están dentro de
nosotros y que de vez en cuando hay
que dejarlos marchar.
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