Cuando Amelia reconoció a su novio en el autobús, la sonrisa se le congelo en el rostro. Un joven haciéndosela de caballeroso le cedió el asiento. Pero ella no lo miró, ni siquiera pudo articular palabra para agradecérselo, los labios le temblaban como burbujas de jabón rotas por el viento. Su carita sonrosada de rasgos hermosos, estaba pálida y petrificada, contemplando aquel espectáculo terrible que estaba a unos cuantos metros de ella.
Con movimientos lentos, Amelia, después de unos momentos de vacilación mental, abriéndose paso entre la gente apiñada que estaba de pie, se acerco a la pareja que se besaba apasionadamente y le jaloneo de los cabellos a los dos. El novio, un tipo alto, delgado y paliducho, volvió el rostro con un juramento, pero cuando vio Amelia, se paralizo con el cuello torcido y hasta que la chica miró sonriente a Amelia, se enderezo.
-¿Nos conocemos?-pregunto la chica.
-¿Qué haces con mi novio?-dijo Amelia, furiosa.
-Hace un mes que soy su novia. Y él me juro que era la única.
-Perdóname-le dijo Amelia-el culpable es él. Nos ha engañado a las dos.
Ambas mujeres le dieron una fuerte cachetada al chico, dejándole marcada, diez dedos en la mejilla que al instante se puso como la grana. Él trato de dar algunas excusas con voz nerviosa pero ellas, no la escucharon. Bajaron del autobús y ya en la calle se pidieron disculpas por semejante encuentro que, hubiesen preferido hacerlo en otras circunstancias, según dijo la chica que acompañaba al chico. Amelia por su parte le dijo que la perdonara, pues ella era la que le había jaloneado los cabellos.
-No, la culpable soy yo-dijo la chica-. Me deje llevar por los buenos tratos que me daba.
-Así es él-contesto Amelia-. Pero después de lo de hoy, imagino que no volverá a hacérselo a ninguna otra mujer.
-¿Y volverás con él?-pregunto la chica a Amelia.
-No. Como crees. Después de lo que me hizo, no quiero volverlo a ver ni en pintura.
-¿Y tú lo piensas seguir viendo?
-Jamás. Me buscare a un buen hombre.
-Te lo mereces.
-Gracias. Eres una gran mujer. Admiro tu valentía.
Meces después, Amelia, después de salir del trabajo caminaba por la plazuela Obregón, cuando de repente, vio entre unos árboles, en una banqueta, al supuesto ex novio con la misma chica que viera en el autobús. Besos apasionados, caricias tiernas se prodigaban los amantes. Maldito?me volvió a engañar, pensé que yo era la única, se dijo Amelia entre rechinido de dientes y las manos crispadas?
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