La increíble historia del pueblo Cuitas

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En el cielo las nubes chocaban furiosas como  enormes rocas, anunciando la gran tormenta que estaba a punto de caer sobre el pequeño pueblo, un pueblecito llamado cuitas,  ubicado en medio de altas montañas, agrestes y de espesa vegetación.

sólo era el medio día, pero el cielo estaba tan encapotado y negro que parecía que ya eran mas de las seis.

Los animales estaban inquietos, algo inusual estaba pasando en el comportamiento de estos, las gallinas recogieron a sus polluelos para llevarlos al cobijo de sus nidos, aunque aun no era la hora de recorgerlos, el ganado empezó a mugir y a tomar una postura inquietante, postrándose de rodillas, cómo si presagiaran que algo horrible estaba a punto de ocurrir, los perros aullaban en un mismo coro, y los rostros de los habitantes reflejaban el miedo y el desconcierto que les producía el unísono llanto de los animales, poniéndole los pelos de punta hasta al mas escéptico y valiente.

 

El talan, talan, de la campana del colegio anunciando el final de la clase, sacó a Anita Peláez de la espeluznante  visión que estaba teniendo, sus compañeros de clase con gran algarabía recogieron sus cuadernos, libros y demás utensilios, los metieron en sus muchilas y en un barullo de voces, gritos y risas fueron desocupando el edificio.

pero Anita no se movió de su sitio, seguía allí inmóvil en su pupitre, paralizada por lo que acababa de ver y sentir, ¡aquello había sido tan real! 

_Anita, ¿éstas bien?_ preguntó la maestra, 

_ya se han marchado todos tus compañeros_

_¿Anita?_ tuvo que preguntar nuevamente la maestra, 

_si, si, Srita Tauzer_

 _estoy bien_ dijo tartamudeando, y por el temblor de su voz, la profesora dedujo que no era cierto, pero no insistió.

_Ya me marcho srta_

Al salir, temerosa miró al cielo y comprobó que el sol resplandecía, agudizó sus oídos pero no oyó ni aullidos de perros, ni gritos, ni nada por el estilo, soltó el aire que había estado  reteniendo al comprobar que su pequeño pueblo mantenía la misma calma y la pasiva rutina de siempre.

 

Las familias se encontraban comiendo, otras echándose la siesta, y otros se disponían a marcharse al trabajo que en su gran mayoría dependía del campo, cuando por fin se desató la tormenta, era la mas grande y nunca vivida por los habitantes del lugar, derrempente un rugido enorme que venía de  arriba de las montañas horrorizó al pueblo, la avalancha cogió a todos desprevenidos, arracando árboles, llevándose consigo todo lo que encontraba a su paso, la mezcla de enormes troncos, lodo y piedra embistió en el pueblo arrasando con todo lo que allí había, incluidas las casas y con ellas a sus familias.

Anita Peláez, se despertó gritando y empapada en sudor, con las caras horrorizadas de su gente en la retina, sentía que el corazón se le iba a salir del pecho por la angustia, al recordar la imagen viva de su familia enterrada en una mezcla de escombros y de barro, así que esta vez no pudo mas y corrió envuelta en llanto a contarle a sus padres, las reiteradas pesadillas que estaba teniendo.

_¡calmate por favor!_ le suplicó su madre, con el corazón encogido, al ver el sufrimiento de su hija.

Madre!, no sé por qué tengo estas horribles pesadillas, a veces no sólo las tengo mientras duermo, sino también despierta, ¡son tan reales mamá!, dijo por último sollozando...

Sus padres sin saber cómo podían ayudarla, la llevaron al médico, éste le hizo varias pruebas y exámenes, pero al final concluyó que estaba bien.

Así que decidieron llevarla a la iglesia, para pedirle al sacerdote que la ayudara, pero este les dijo que él sólo podía rezar por su alma, por si acaso era obra del demonio, pero si era algo de la cabeza nada podría hacer.

También probaron con un chamán de una aldea cercana, éste realizó varios ritos y conjuros pero las visiones no cesaron.

 

Las visiones y las pesadillas cada vez eran mas seguidas, así que entonces  los padres de Anita un buen día  decidieron llevarla a la capital para ver a un especialista, pero ella se negó y desesperada les gritó: ¡no estoy loca!, ¡ni es obra del demonio!, ¡va a ocurrir!, Lo que veo, ¡se que va ocurrir!, y desgraciadamente pasaré a la historia como la adivina que tenía razón, pero será demasiado tarde, porque estaremos todos muertos, y acto seguido salió corriendo colina arriba, llorando y lamentándose por tener esas horribles visiones, por la impotencia y su frustración, con la certeza de que iba a suceder se sintió una inútil por no poder hacer nada para remediarlo, inmersa en sus pensamientos, caminó y caminó hasta perder la noción del tiempo alejándose  demasiado, así que se dispuso a dar media vuelta, cuando algo llamó su atención, una pequeña luz le hablaba, pensó que quizás si estaba loca.

_Ana ven_, le susurraba la luz

_Ana ven_ repitió varias veces alejándose.

Ana como hipnotizada la siguió, cuando la luz se desvaneció, Ana volvió en sí, y la imagen que tenían delante la horrorizó, estaba al filo de la montaña, viviendo desde arriba la destrucción de su pueblo, el dolor que sentía Ana era el mas grande que un ser humano puede soportar, Ana sintiéndose muy culpable de ser la única superviviente, se asomó a la orilla y como un ángel extendió los brazos y  se arrojó al vacío.

 

Ana!, Ana!, Ana!, mas de un centenar de voces de hombres, mujeres y niños gritaban su nombre por las espesas montañas, todo el pueblo se había congregado para buscarla cuando se percataron de que llevaba varias horas internada en el bosque, sin siquiera imaginar que con este gesto de amor y solidaridad por Anita salvarían sus propias vidas, porque en el momento de la búsqueda se desató la tormenta.

Cuenta la leyenda, que desde entonces el espíritu de Anita Peláez, ronda por el pequeño pueblo cuitas, que significa el pueblo de los pesares y las desventuras,  asustando a los niños, juegutona y feliz sabiendo que al final si que salvó a su gente.

 


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