DE ROJO... PARA EL AMOR
Por Malu Ramírez
Enviado el 06/04/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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No recuerdo exactamente qué día fue... ¿O sí? Pues a ciencia cierta sí.
Terminaba el periodo en que debía estar convaleciente del último tratamiento fuerte contra el cáncer, llevábamos semanas queriendo estar juntos pero el medicamento no permitía contacto alguno con nadie y sólo teníamos el móvil para hacernos el uno al otro el amor en palabras y en sueños.
Era miércoles... Y quedamos desde temprano en mi casa. Para variar llegaste un poco más tarde de lo acordado y mientras yo hice cambio de vestuario unas cinco veces hasta que en mi armario apareció ese vestido rojo que nunca me había puesto... Era un rojo matizado de esos tradicionales hindú, con amplia falda y pintado a mano, muy fresco y primaveral (ese vestido lo había comprado para ir a un concierto contigo al que nunca fuimos y quedó guardado sin usarse) así que ésta era la ocasión perfecta para hacerlo.
De rato llegaste, y te pedí que en lugar de quedarnos en casa saliéramos a divertirnos, y a que a pesar de contratiempos varios como esa llanta ponchada al salir de casa que tuviste que cambiar, la sonrisa de mi rostro desde el inicio que llegaste no se hizo esperar e hiciste el comentario de por qué sonreía... Estar contigo un instante me hacía tan feliz, que dijeras lo que dijeras no se quitaba la sonrisa de mi rostro.
Cuando pudimos irnos, encontramos cerca un pequeño motel en el que disfrutamos largas horas. Era un hotel pequeño, de muy buen gusto a pesar de todo, una habitación amplia llena de espejos de pared a pared y en el techo también... Era tal la urgencia de nuestras pieles que nos desvestimos rápidamente y a donde quiera que volteara la mirada el reflejo de los dos nos seguía... Ver tu delicioso cuerpo desnudo en todos los ángulos... Reflejar mi cuerpo junto al tuyo fue una grata sensación. Yo, con la idea firme de no volver a mencionarte más esa frase que sabía no creías me dejé hacer por ti lo que quisieras.
Comenzó esa danza antigua entre nosotros y yo, mordiendo mis labios y como pude guardé silencio, solo mis gemidos ahogados se escuchaban, tú, castigándome por no gritar, por no decir aquello que callaba, torturaste deliciosamente mi cuerpo... Esa fue una de las ocasiones en que más se inundó la cama de los muchos orgasmos que me hiciste sentir, intercambiamos caricias, probamos diversas posiciones, tus manos vagaron por mi cuerpo. Te pedí me dejaras descansar un poco y la única frase que salió en ese momento de tu boca fue... ¡Querías verga, ahora te aguantas! Y seguimos mojando la cama a tu placer y al mío.
Fue una tarde demasiado intensa, sin descansos, adoré cada poro de tu piel de pies a cabeza, recorrí lentamente de tu nuca a tus pies, escribí en tu cuerpo palabras que ninguno entendía, besé cada centímetro de todo tú... Un beso en la frente salió de repente y a este siguieron por todo tu rostro, tu boca se hizo posesa de la mía, me abrazaste fuertemente y seguimos jugando.
Bajé lento por tu pecho deteniéndome en cada una de tus tetillas, mordisqueando, lamiendo, succionando, jugando con mis manos en tu miembro erecto a casi reventar. Jugué alrededor de él y me fui a tus muslos, tus piernas, me detuve en tus rodillas, hasta que tomaste mi cabeza y la llevaste a tu pene. Ahí pasé un rato agradable lamiéndote todo, disfrutando del sabor exquisito de tu miel preseminal, introduciéndote primero lento y luego más rápido, intenso, fiero...
Antes de descargarte en mi boca me apartaste y te hiciste mi amo, mi señor, me ordenaste acostarme boca arriba y me tomaste de forma tal que no pudiera voltear a ningún lado, sólo mirándote a los ojos. Y yo, sabiendo que querías obligarme a decirte aquella frase, volví a morder mis labios y también a cerrar mis ojos para que no lo vieras.
La lucha de cuerpos fue intensa, como no lo había sido en ocasiones anteriores hasta que me dominaste por completo, comencé a temblar bruscamente y abriendo los ojos y mirándote de frente grite ese TE AMO por tanto tiempo contenido. Lo repetí una y otra vez junto con tu nombre y fue la primera vez que realmente creíste en mis palabras, en mis sentimientos.
Te descargaste fuera de mi vientre, me llenaste toda de tu semen y mirándome pasmado solo acertaste a retirarte a la ducha y seguir observándome desde ahí recostada en la cama sintiéndote aún; y con una sonrisa en mi rostro que duró por días te amé mucho más.
Fue mi turno de ducharme y seguiste observándome, al salir yo del baño pusiste la colcha a mis pies y esperaste a que me vistiera para tú hacerlo, no quitaste ni un segundo tu mirada de mí y yo feliz, me coloqué con todo cuidado aquel vestido rojo... Ese vestido rojo que fue hecho para el amor.
Malu Ramírez
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