MANUELA HEREDIA 7

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Enfermé de amor, ya no estaba entre sus prioridades, solo me castigaba con su indiferencia y con
exigencias de trabajo. Desaparecía en viajes interminables y en días eternos sin hablar conmigo
castigada al abandono y al desamor de mi amo. Mi presidente se alejaba y yo moría de amor.
Conseguía sacar el trabajo, todas sus exigencias con nota para llamar su atención pero aún así
nada era suficiente, siempre todo estaba mal, recuerdo llegar a mi casa vacía y llorar. Saber que él
salía por ahí y no me llamaba me consumía, ya no me necesitaba, ya no era su muñequita de
juegos, ya no pasábamos barreras juntos, seguramente otra habría ocupado mi lugar. Al fin y al
cabo era prescindible: conmigo nunca tuvo una relación real. Tras años juntos llegaba el final y
también llegaba el final laboral, la empresa llegaba a su fin, se marchaba lejos a vivir al extranjero
con su mujer y de nuevo me dejaba atrás. Yo no significaba nada. Nunca había sido nada y lo
había dado todo por él. No sé por qué fui tan ingenua. Otra vez tuve que recoger mi corazón vacío
de amor y mi alma apaleada y volverme a Madrid esta vez con una inmensa depresión y una
soledad que aún hoy me acompaña.
Regresé a Madrid cargada con 8 capas de acero de lágrimas y llanto, con una coraza de angustia y
de abandono, de desamor y de tristeza. Vacía sin rumbo, sin mi hija y sin saber qué hacer con mi
vida. Pesaba más mi depresión que mi cuerpo y mis maletas y mi único consuelo era mi gato
adoptado que desde entonces se convertiría en mi compañero de batallas y viajero nómada
infatigable.
Me instalé en un piso compartido donde tuve la suerte de encontrar un rápido trabajo muy bien
remunerado de unas becas para el Ministerio de Cultura que se me dieron bastante bien y me
tuvieron entretenida de mi depresión, aunque al principio me pareciera un mundo porque nunca
había hecho un trabajo como aquel aunque tenía toda la teoría y las prácticas como para quedar
en un buen lugar como así fue. Gracias a eso pude pensar en montar algo por mi cuenta y aunque
los primeros pasos que di fueron un fracaso porque no tenía la cabeza para armar grandes
proyectos, mi familia me propuso una gran idea que llevé a cabo sin dilación antes de que se
acabara el dinero. Tenían un local cerrado con algo de material de atrezo de algunas tiendas y que
en ese momento estaba vacío y querían vaciar de las cosas que aún seguían dentro así que
organicé un mercadillo para sacarlo todo fuera, un mercadillo que salió también, que terminé
instalándome en el local a vivir haciendo una pequeña reforma y montando un Mercadillo Solidario
que en un principio me dio bastantes satisfacciones. Era un local bastante grande en una calle
secundario en un barrio también secundario de Madrid. Me puse en contacto con un misionero con
el que ya había hecho antes otras cosas, de hecho una casa de mujeres tenía mi nombre en África,
en Danané, en Costa de Marfil, pero eso ya es otra historia. y Le dije que de nuevo empezaríamos
a colaborar con este muevo proyecto, al menos estaba animada y parecía que este proyecto,
aunque yo vitalmente estaba muerta, me aportaría algo de ganas de vivir. Con este proyecto
ayudaríamos a hombres y mujeres ciegas por culpa de la mosca tse tse a trabajar el campo y
comprar semillas y cultivarlo así como luego su posterior comercialización y además ayudaríamos
a través de la tienda a personas necesitadas de los alrededores tanto a través nuestro como a
través de Caritas que me puse en contacto con ellos. Y aquí empezó otra nueva aventura para mí.Abrí la tienda con una carga emocional enorme y un cuerpo totalmente vacío, mi depresión
era brutal, pero al principio conseguí que la gente y el trabajo de más de 13 horas diarias
disiparan mi angustia y me dedicara a pensar en los demás. Pronto tuve colaboradores que
me ayudaron en la carga de un proyecto que cada vez se hacía más grande y que por mis
circunstancias yo no sabía como manejar en ese momento. La gente era muy espléndida
conmigo y con el proyecto y pude ayudar no solo con el Proyecto de Danané, en Costa de
Marfil, sino a muchas personas que pasaron por el local pidiéndome ayuda de diversa índole y
pude auxiliar de diferentes maneras, a veces solo bastaron unas sinceras y buenas palabras
otras ayuda económica, comida, pagos de facturas.... El problema fue que yo no estaba fuerte
ni preparada para encauzar y soportar más problemas de los que yo tenía y me afectaba todo
muchísimo. Gracias a Dios ayudé lo mejor que supe y que pude pero hubo otra clase de gente
que empezó a aprovecharse del proyecto, a los que empecé a ayudar y abusaron de mí y no
me dejaban continuar con mi labor, querían adueñarse de todo lo que había conseguido y se
aprovechaban de la logística que ya tenía montada para su propio beneficio. Esto poco a poco
fue minándome y yo aún no estaba recuperada como para enfrentarme a ellos. Salvo uno de
los colaboradores que empezó conmigo desde el principio no podía fiarme de nadie y poco a
poco empecé a hundirme más todavía. Cada vez que me despertaba me costaba más
sobreponerme al trabajo diario, cada vez me costaba más lidiar con los que abusaban, cada
vez me costaba más ayudar a los que más lo necesitaban porque la que necesitaba ayuda era
yo. Mi colaborador era el único que me animaba y que abría por las mañanas y me
despertaba para que siguiera abierto el local. Hasta que un día le dije que no viniera más y
me encerré dentro. No podía más, me habían exprimido al máximo y mi depresión iba en
aumento, así que eché el cierre y me quedé dentro del local sin volver a abrir la tienda. Así
pasé 21 días. Mi colaborador apareció en alguna ocasión, para intentar sacarme y darme
ánimos pero no quería salir, no quería abrir y fue una pena porque el proyecto era precioso,
un proyecto que en cualquier momento en el que yo hubiera estado fuerte hubiera salido muy
bien. Pero me escondí y así pasé 21 días... Encerrada en mi local.


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