MANUELA HEREDIA 10

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Esta vez y con una gran depresión me llevaron al psiquiátrico de la provincia, uno de los
mejores y más importantes de España, donde estuve ingresada cerca de dos meses. En este
período conocí a "Dios", así se me presentó, era uno de los internos con trastorno bipolar en
estado de manía que en ese momento se creía Dios y el pobre no hacía otra cosa que ayudar
a todo el mundo que podía dentro de la unidad psiquiátrica, era un chico rubio, alto, de ojos
de un azul intenso y profundo y un pelo rubio como la paja, con acento inglés y un carisma
especial. Desde el principio me llamó la atención, probablemente porque era el único que no
estaba triste dentro de aquellas cuatro paredes, pero en otros ingresos nunca me había fijado
en nadie y a estas alturas ya llevaba unos 4 ingresos en mi vida.
Empezamos a coincidir en la mesa del comedor, empezamos a hablar de ser o no ser Dios,
que poco a poco se le fue pasando y a dar largos paseos en los tiempos muertos que
teníamos que eran muchos y poco a poco surgió entre nosotros algo más que una amistad
casual, casi sin darnos cuenta y en esos dos meses acabamos enamorándonos, y creo que
después de la trayectoria que llevaba era la relación más sincera y bonita de las que había
tenido últimamente. Aunque fuera en un psiquiátrico y con una persona bipolar...
El ingreso fue muy duro, tuve que luchar con todo lo que me había pasado, sacar todos mis
monstruos del cajón y exponerlos allí uno a uno, gracias a Dios tuve un psiquiatra excelente
que me ayudó muchísimo y que a día de hoy todavía echo de menos. Lloré, grité, y saqué
todo lo que en los últimos años me habían hecho los hombres, entendí que por culpa de mi
trastorno de la personalidad tenía especial imán a ese tipo de relaciones y a no terminar los
proyectos que empezaba y que tenía que tener especial cuidado en la toma de decisiones.
necesitaba a alguien en mis trabajos que me ayudara a emprender y no hacerlo sola para
poder llevarlos a cabo y no dejarlos a medias y sobre todo tenía una falta abismal de cariño y
de autoestima que hoy aún sigo teniendo.
Lo malo es que después de todo lo sucedido era reacia al cariño de los demás, a querer y me
creía una auténtica mierda. Gracias a mi nuevo "Dios" fui aceptando un poco de cariño y cuando salí del centro esta
relación, contra todo pronóstico, continuó, y digo bien contra todo pronóstico porque estar
ingresado es como un "Gran Hermano" dentro todo se magnifica, sobre todo las relaciones y
normalmente
nada
próspera
en
el
exterior.
En nuestro caso nuestro cariño fue sincero y nuestra lucha común por recuperarnos mutua.
En breve encontramos una pequeña casita donde instalarnos en un pueblecito y nos fuimos
juntos a vivir, posteriormente y por motivos de trabajo nos trasladamos a Madrid, él está bien,
sigue su medicación y no le tiene porque dar ningún brote más mientras no la deje, en mi
caso es diferente, sigo arrastrando una gran depresión, he intentado suicidarme en estos dos
años que llevamos de relación un par de veces más y en este momento estoy a punto de
entrar en un psiquiátrico 6 meses en un período de media estancia, quiero curarme y ser feliz
con él y hacer feliz a mi hija y a mi familia, ese es mi camino, mi nuevo reto y en ello estoy.
Amigos aquí acaba mi historia por ahora, en el presente, seguiré escribiendo desde el hoy.


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