Reloj de arena cap. 3

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Capítulo 3

Pase más de dos horas con los ojos abiertos metido en la cama. No tenía fuerzas para levantarme, la noche había sido larga y la sensación de vacío aumentaba día a día. A media mañana conseguí levantarme, lo primero que hice fue llamar al trabajo para decir que no me encontraba bien y pedir el resto de la semana libre. Cuando colgué el teléfono este sonó:

-Asier buenos días soy Carla.- El dulce tono de voz de la librera hizo que saliera definitivamente de mi mundo onírico.

-Buenos días Carla, cuéntame.-

-He hablado con mi padre, no te lo vas a creer pero ya había oído hablar de ese libro. Pensaba que era una leyenda, que no había existido. Me ha contado la historia pero me gustaría contártelo tomando un café.

Lo que me conto me impacto bastante y quería quedar con ella de inmediato, pero antes tenía que acudir al funeral de Marc así que quede con ella por la tarde.

Sin poder quitarme a Carla de la cabeza me duche, me puse mi única camisa negra y acudí a mi cita con Juanito y lo que quedaba de Marc. La misa fue muy emotiva, la madre de Marc decidió hablar para despedir a su hijo y fue inevitable derramar alguna lágrima. Hablo del buen corazón que tenía,  de su pasión por la música y conto una anécdota del día que le pregunto porque no tenía papa. Al acabar Juan y yo nos acercamos a darle el pésame y ofrecernos a llevarla a casa.

En el coche el silencio delataba que no era un buen momento para ninguno, pero necesitaba preguntarle algo a la madre de Marc.

-Lourdes quería preguntarte una cosa, igual no es buen momento pero lo necesito de verdad. En los últimos días notaste a Marc raro o te comento si le pasaba algo.- Pregunte en el tono más delicado que pude.

- No te preocupes cariño, me sienta bien hablar de él. Y ahora que lo dices sí que le pasaba algo, él no me lo conto pero son cosas que una madre sabe. Estaba más callado, ya ni siquiera escuchaba música con lo que la amaba, decía que le ponía triste. No se Asier, creo que no era feliz, ni en su trabajo ni en su vida.

-Ya, creo que eso nos pasa a la mayoría, y el libro que estaba leyendo. ¿Sabes de donde lo había sacado?

- Me sorprendió mucho ver ese libro en su mesilla, nunca le había gustado leer. Le pregunte y me dijo que se lo dejo un señor en una cafetería. Intento devolvérselo al dueño pero este cuando le llamo se hizo el sordo, se subió a un taxi y se largó. La gente cada vez tiene peor educación, una ya no sabe ni cómo actuar.

Primero deje a Lourdes en su casa y después a Juanito no sin antes comentar como no nos habíamos dado  cuenta de que Marc necesitaba ayuda. Decidimos quedar el sábado para tomar una copa a la salud de nuestro amigo, nos dimos un abrazo y sin decir nada más nos despedimos.

Los días pasaban y la sensación de vacío me estaba comiendo por dentro, cada vez me sentía más cansado y era incapaz de quitarme de la cabeza el libro.

Por la tarde acudí a mi esperada cita con Carla, al verla sentí que no era la primera vez que tenía una cita con ella. Era una sensación extraña, los nervios y las precauciones que uno toma con una persona que acaba de conocer no existían, era como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo. La salude,  pedí un té y empezó a contarme la noticias de su padre.

-Es una historia que le conto el hombre al que le compro la librería hace treinta y cinco años. Después de firmar el traspaso se fueron a tomar una copa para celebrarlo, y después de la tercera el hombre empezó a hablar de un libro que le cambio la vida. El hombre en su juventud fue poeta y consiguió publicar alguna cosa que le hizo ganar el dinero suficiente para montar la librería. Un libro de suerte fue lo que tuvo decía el hombre, sino llega a ser por aquel libro hubiese acabado de carnicero con mi padre comentaba. Ese libro le hizo cambiar el rumbo y empezar a luchar por lo que de verdad quería ser.- Carla para un momento a beber un trago de su café americano.

- Pero este hombre por lo que me cuentas acabo bien, y lo que cuenta el libro de momento son todas historias con un mal final.

­- Aun hay más Asier; el hombre le conto que no fue fácil tomar la decisión, que el libro cada día que pasaba le debilitaba más, que notaba como si la vida se le estuviera yendo para no volver. Al final tomo una decisión, se enfrentó a su padre. Tuvo que irse de casa y empezar de cero, comenzó a escribir que era lo que realmente quería hacer y pese a las penurias que tuvo que pasar después de perder la protección de sus padres mereció la pena y lo consiguió.

-¿Consiguió el que?- Pregunte.

-Ser feliz. Al final no es eso lo que todos buscamos.- Me contesto con media sonrisa.

Después me conto que su padre le pregunto que había sido del libro al hombre y este le dijo que el libro al igual que los hombres sigue su propio camino, y decidió pasar a manos de alguien que necesitaba leerlo. Nos despedimos justo antes de que anocheciera y aunque no quería separarme de ella había sido un día muy largo y mi cuerpo necesitaba descansar. Le di las gracias y le prometí llamarla para contarle como terminaba el libro y por primera vez en mi vida iba a cumplir esa promesa pasase lo que pasase.

"Querido lector, llegados a este punto de mi obra he de decirle que agradezco que no la haya quemado, sé que físicamente a estas alturas de la lectura no se debe encontrar muy bien pero le diré que es un mal necesario ya que sus carencias físicas le harán centrarse en lo que en este momento de su vida realmente importa, sus pensamientos. Por eso le recomiendo que aparte de leer la última parte del libro tómese su tiempo en analizar porque lo está leyendo, y que hará cuando este termine. No se lo tome en broma, su vida está en juego"


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