La suerte nunca se olvida

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Una noche cualquiera, en un bar cualquiera, Juan está delante de la máquina tragaperras, respira profundamente antes de meter la moneda, suspira cuando la moneda entra por la ranura.

En la barra hay varias personas bebiendo como todas las noches. ?Vamos, Juan, tengo que cerrar- dijo el camarero. ?Cinco minutos más, aún hay gente en el bar- dijo Juan. El bote de la tragaperras ascendía a ciento cincuenta euros, Juan no sabía cuántas monedas había echado. Siguió echando monedas hasta quedarse sin nada en los bolsillos. ?Ya es bastante por hoy, mañana más- dijo Juan. Dentro del bar solo quedaban el camarero y Juan. ?Venga vámonos- dijo el camarero. Cerró la persiana de la puerta del bar.

A la salida, Juan vio un hombre buscando comida en la basura. ?Perdone señor, ¿tiene alguna moneda?- dijo el hombre con voz baja y temblorosa. ?No, no tengo, ojalá me quedara alguna-. El camarero le preguntó a Juan - ¿Qué quería ese?- Solo quería unas monedas. No es el único.- respondió Juan y se fue a su casa.

Al día siguiente, Juan se puso la misma ropa que llevaba el día anterior, abrió el cajón de su mesita en el que guardaba montones de monedas y billetes, eran todas sus ganancias que llevaba guardando desde que empezó a jugar a las tragaperras. Cogió un montón de monedas y fue al mismo bar de la noche anterior. Pidió un café que pagó antes de que se lo sirvieran. Se puso delante de la tragaperras, respiró profundamente antes de meter la moneda y suspiró cuando echó una moneda por la ranura. ? ¿Cuantas veces viene ese a jugar a la máquina?- le preguntó un cliente al camarero. ?Las veces que haga falta, ese hombre se ganaba más de tres mil euros al mes con las máquinas, tiene mucha suerte. ? Contestó el camarero.

Juan siguió jugando hasta que terminó su café. Aún le quedaban monedas, pero prefirió guardárselas. Acarició la madera de la máquina y le dijo ? Muy bien bonita. Se despidió de la gente del bar y se fue. A la salida del bar volvió a ver al hombre que le pidió una moneda la noche anterior. Juan sin que el hombre se lo pidiera, le dio unas monedas a ese hombre. ?Toma, espero que tengas más suerte que  yo.- dijo Juan. ?Gracias amigo, muchas gracias.- dijo el hombre. Juan se fue a su casa.

El hombre entró al bar con las monedas que le había dado Juan, pidió un bocadillo, el camarero le cobró y le sobró una moneda, pensó guardársela pero la máquina emitía unos sonidos repetitivos combinados con luces de colores que atrajeron a ese hombre. Se puso delante de la máquina, con las manos temblorosas echó la única moneda que le quedaba por la ranura de la tragaperras, le dio al botón no pasó nada, le dio al mismo botón y la maquina sonó tan fuerte que atrajo la atención de los clientes del bar, todas las personas empezaron a aplaudir a ese hombre. Le había tocado el premio gordo. Todo el bar le felicitó. Le habían tocado quinientos euros solo echando una moneda. En la bandeja de la maquina no cabían mas monedas, cada vez caían más, estaba a rebosar de monedas, no se lo podía creer, le había tocado lo máximo que la maquina podía dar. Con sus ojos lagrimosos, pidió varios bocadillos y cambió sus monedas por billetes. Su cara esbozaba una gran sonrisa, hacía tiempo que no sonreía. Salió del bar y se fue con su familia para compartir con ellos lo conseguido.

Una noche cualquiera, en un bar cualquiera, Juan está delante de la máquina tragaperras, respira profundamente antes de meter la moneda, suspira cuando la moneda entra por la ranura.

 

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