Atado de manos y pies, en el desierto Candente por soldados de la muerte de los Teazkah, que se negaron a caer en el oscuro abismo para traer el infierno a este mundo. Rodeado de buitres que esperan que el calor de este desierto cocine mi cuerpo que pronto se convertirá en cadáver. Pensando una y otra vez cual fue mi error que hizo que ahora esté aquí. Arriesgué mi vida por una lágrima divina que cayó cerca de la base de los Teazkah que hasta ahora se creían extinguidos. ¿De qué Dios sería esa alma que me atrajo hasta este infierno? Solo bastaba uno de sus mordiscos para hacer que forme parte de sus filas. Pero decidieron atarme en este desierto para que los buitres se coman mis ojos y todo lo que he visto. El riesgo era alto, tan alto como la recompensa por una de esas rocas mágicas que todo el mundo desea tener en sus manos. Solo quedamos los buitres y yo. Mis compañeros huyeron al ver a esos esqueletos levantarse de las arenas del desierto que escaparon del infierno para venir a este mundo y llenarlo de sangre, muerte y destrucción. Los buitres descienden. No eran amigos, solo compañeros del gremio con los que compartir el botín. Espero que las historias de mis hazañas se conviertan en leyendas que los cazadores se cuentan una y otra vez al calor de un buen fuego. Los buitres me rodean, se acerca el fin. No quiero que mi nombre se olvide como se han olvidado los nombres de los que ahora son esqueletos infernales a las órdenes del Dios de la muerte. Como yo lo seré dentro de unos momentos, por culpa de mis errores y mi mala cabeza codiciosa por conseguir esa lágrima. Consuélate lector; al menos en el infierno, los buitres están contentos.
http://relatosseried.blogspot.com.es/
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales