Con otros ojos

Era popular, tenía una infinidad de amigas y un futuro prometedor por delante. No le faltaba un número al que llamar cuando necesitaba salir, una pareja con la que acudir a cualquier evento o simplemente, alguien con quien mantener una charla trivial.

Un día, sin aviso, sin esperarlo, sin merecerlo, la vida real -esa alejada de risas, fiestas, y entorno privilegiado- llamó a su puerta? o más bien, la lanzó sobre ella. Una enfermedad, no una simple enfermedad con tratamiento con cura, sino de esas que arrebatan la seguridad en uno mismo, se introdujo en ella tan rápido como chasquear los dedos.

Ese "chasquear los dedos" con el que todos a su alrededor desaparecieron y cuando quiso mirar no había nadie. Y no solo el horizonte estaba desierto, no, todos ellos a través de la manipulación habían hecho ver que la culpa era de ella. Toda esa gente que en algún momento se había sentido agradecida y afortunada de tener, ahora suplicaba para que esa marcha no trajera un regreso.

Esas faltas sonrisas, abrazos, conversaciones vacías que ella llenaba con su propia vida, eran solo un espejismo de interés y falsedad.

Sentada en una triste sala de espera, entre lágrimas que inundaban su rustro, se dio cuenta que sí tenía algo por lo que estar realmente agradecida. Esa persona que nunca la había soltado de la mano, que había soportado gritos, llantos, desesperación y tristeza sin pedir nada a cambio; solo esperaba que llegara el día en que sin aparecer esos malos momentos que la destrozaban poco a poco por dentro, se diera cuenta de quien merecía la pena tener cerca y quién aún más cerca, solo por controlar sus pasos.

Podía ser otro de esos tópicos tan habituales en el amor, pero se dio cuenta de que solo con eso podía seguir adelante.