NIEBLA DE OTOÑO
Disfrutaba de esa edad la cual dicen que es la antesala de la vejez, se veía joven y maduro a la vez, una mezcla bien condimentada a base de experiencias y una confortable situación tanto familiar como laboral. Los niños se encontraban estudiando fuera y él gracias a su tiempo en la empresa tenía el privilegio de trabajar de una forma cómoda, con el añadido que tras tantos años en la misma se veía seguro, pensaba que al menos el futuro le depararía lo mismo que hasta ahora había disfrutado: seguridad de empleo, un sueldo para ir tirando, el poder pagar la hipoteca, el estudio de sus hijos, el coche y algún capricho.
Como una letanía que no iba con él, empezó a escuchar en los informativos algo que llamaban prima de riesgo, ni le dio importancia, ni le preocupó; sus comentarios y opiniones del asunto eran las normales de un tipo normal: que si la cosa está mal, que si este mundo no tiene arreglo, que si los políticos tal y cual, hay que ver que no limpian las calles?y como un avestruz pensaba o le era más cómodo opinar que todo es cíclico y que en el fondo no estaba tan mal la situación. Como bálsamo prefería leer únicamente prensa deportiva y alguna que otra novela y así driblar la realidad, a parte que la cosa no iba con él directamente, pues no le afectaba.
Aquel lunes después de un ?finde? en una casa rural con su mujer y unos amigos en el que disfrutaron practicando senderismo, comiendo y bebiendo; su cara de asombro y perplejidad fue todo un poema, cuando al incorporarse a su puesto en la factoría el tema del día, y del que todos sus compañeros hablaban, era que la empresa había presentando la documentación donde argumentaba su quiebra técnica. Los listillos decía que iban a suspender pagos, otros que habría un ERE, otros decían lo contrario y otros callaban. Al pobre Genaro lo único que se le ocurrió fue coger su IPHONE último modelo y llamar a su mujer en busca de consuelo. Lo consiguió ya que ella, como era de esperar, le quitó los primeros miedos diciéndole que la cosa no sería cierta y que de entrada él se mantuviese al margen: ?tú sigue a lo tuyo y no destaques?. La jornada transcurrió de una forma desordenada y extraña, quería que ésta finalizase, pero a la vez no quería perder el contacto, cuando por fin salió con una sensación de una mala digestión se apresuró en llegar a casa y allí continuó con el tema pero ahora con su mujer. En el fondo de su ser ambos pensaban que no podía ser cierto, que todo sería una noticia no contrastada y que en caso de haber algo a él no le afectaría, por qué, pues sencillamente porque él era un trabajador leal, responsable y sumiso. Además llevaba media vida trabajando desde que entró de aprendiz hasta ese momento que disfrutaba de un cargo de algo de responsabilidad como encargado de almacén.
Aquella noche no se le apetecía escuchar ?El Larguero?, pese haberse jugado el día antes el clásico, tampoco se atrevía a escuchar otro tipo de noticias, aquella noche prefirió dormir aunque le costó, fue una noche sobresaltos e insomnio? una larga noche. Al otro día cuando intento acceder a la factoría los ?bullitas? del Comité habían convocado asamblea a la entrada de las oficinas, no permitían la entrada de ningún trabajador y confirmaban lo que él no quería creer: Habría despidos.
Permaneció discretamente por la zona, más incomodo que convencido y volviendo la cara para que no le reconocieran cuando creía ver a algún responsable de dirección de la empresa. Se debatía entre continuar allí, intentar entrar por algún lugar fuera del alcance de los sindicalistas o irse para casa; aunque lo más importante era: no destacar.
¡Pobre Genaro! Como consiguió no destacar, como se hizo firme en su propósito mientras duraron las negociaciones, durante las reuniones a las que asistió no destacó, tampoco lo hizo el día que firmó la indemnización, tampoco destacaría el primer día que piso la oficina de desempleo. Discreto, educado y sin hacer notar su presencia, un día que pensó nunca le llegaría, se encontró cobrando un subsidio que creyó pasajero y la situación transitoria. No fue así, en menos tiempo del que pensaba, se vio abocado a problemas para los que un hombre, que ayer era joven y desde el despido viejo, no estaba preparado. Intento engañar a la realidad, si alguien le preguntaba por el trabajo, contestaba que estaba de vacaciones. Dicen que cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana y fue ante esa situación cuando intentó reaccionar; cuando peligró la estabilidad con su mujer. Ella ya no le aconsejaba, ahora le instaba a salir del atolladero en que estaban metidos, cómo pagar los recibos, cómo pagar estudios. ¡Genaro! ¡Espabila coño! ? era tarde, porque ni tenía edad, ni preparación para emprender nuevos proyectos, quién y qué era Genaro: nada simplemente era un hombre, un buen hombre, pero sin preparación y con un mundo encima. Lo quedaba la dignidad y con ésta afrontó la situación, la de ser un parado más de tantos, un paria más. Pegó en mil puertas y todas se cerraron los recursos escasearon, hubo que prescindir de gastos, pero el más doloroso el que tanta ilusión le hizo en su día, por el que tanto había apostado, por el que hubiese deseado morir antes que tomar la decisión, tuvo que hacerlo: sus hijos abandonarían los estudios e intentarían arrimar el hombro, porque eran jóvenes, casi niños como él los veía, sería más fácil que le hiciesen un contrato basura y al menos aportarían algo.
Siempre relacionaba los puestos de castañas asadas con el otoño, le gustaba disfrutar de esa niebla de otoño con la que esos puestos adornaban las calles. Cuando se vio en aquella rotonda vendiendo castañas para ganarse unas ?perrillas?, como les decía a los mínimos ingresos que obtenía tras la venta, fue consciente por el momento que estaba pasando; aunque eso sí? sin destacar, no fue capaz de hacerlo en su barriada, realizaba la venta lejos de allí. Fue en una de esas tardes cuando una mujer le alertó del peligro que corría su nuevo negocio, le decía que había visto en una cadena de supermercados como vendían higos chumbos envasados, por lo que no le extrañaría que un futuro hiciesen lo mismo con las castañas, desde entonces Genaro empezó a cuestionarse cosas por las que en tiempos más cómodos no se preocupaba. Se preguntó por qué la sociedad recriminaba a unos jornaleros que simbólicamente habían ?robado?, en esa misma cadena de supermercados, carros llenos de alimentos para personas necesitadas y no se recriminaba que vendiesen un producto que históricamente lo vendieron las personas sin recursos.
Genaro no volvió a aquella rotonda, Genaro destacó ¡quién lo diría!, Genaro en un arrebato dejó su discreción y su saber estar en el puesto de castañas, lucho y peleó, se adaptó a un mundo que al menos le permitió vivir?.aunque menos discreto que el anterior.
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