NOVENTA Y CINCO EN UNA PLAZA
Por ciclistarojo
Enviado el 18/04/2015, clasificado en Varios / otros
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NOVENTA Y CINCO EN UNA PLAZA
En mi niñez veía a los ancianos sentados en un tronco de madera, bajo la sombra de un frondoso eucalipto, allí durante los meses de verano a primeras horas de la mañana y al caer la tarde, aquellos sabios formaban sus tertulias. Sus sombreros, sus bastones, sus lentos andares, su mesura al hablar y sus modales delataban el paso de toda una vida. Sin escándalos y sin aspavientos aquel grupo iba cambiando de componentes y los que se iban?eran sustituidos por otros que hasta hacía muy poco tiempo habían estado trabajando.
Hace unos días me senté en la terraza de una plaza de reciente construcción, una plaza excesivamente moderna, una de estas que no sabes si estás en un lugar de reunión o en mitad de la nada, lo que alguien llamaría un no lugar. Mientras saboreaba un café, a mis espaldas en una mesa próxima, se encontraba alguien sentado y a quien yo no veía, pero al que escuchaba hacer todo tipo de comentarios dirigidos a las personas que por allí pululaban, a los camareros o a los que se encontraban con el compartiendo mesa. Sus juicios y sus chistes no eran muy acertados. Puede que debido al eco de sus palabras aumentaba sobremanera por la forma de la dichosa plaza o porque este señor bien podía formar parte de una opera como soprano por su torrente de voz, este hombre estaba consiguiendo ponerme muy, muy nervioso.
¡Cuál fue mi sorpresa! Cuando en aquel intento de cómica diatriba, presumió de tener noventa y cinco años y en ese momento, algo actuó sobre mí como un bálsamo. Me relajé de tal forma que lo que antes me irritaba dejó de hacerlo y todo lo que él decía empezó a agradarme. Recordé aquellos abuelos de mi niñez y admiré a una persona que con su edad daba ejemplo de vitalidad y ganas de afrontar la vida con humor?aunque con poco gracejo.
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