LA PAREJA DEL OPERA

                                                   LA PAREJA DEL OPERA

         Cuando cae la tarde y la terraza de la cafetería cobija: a melancólicos, a divertidos, a ebrios de tertulias mañaneras, a imbéciles de falsa apariencia, al populacho, a señores de nada o a simple gente que por allí se han dejado caer para tomar un café. Puntuales un día más aparece la pareja de ancianos. Ella es la que se encarga de guiarle tirándole de su brazo, con sus gafas de miope, su cabeza despeinada y con una mirada mezcla bobalicona y pícara, podría ser la más lista de ambos. Él por su parte se deja llevar mientras con la otra mano se apoya en un bastón, lleva unos pantalones desmesuradamente subidos dejando ver los tobillos que aumentan su figura desgarbadamente quijotesca y una chaqueta atemporal, se detiene en cuanto ella se desprende de él y la observa con igual mirada que la suya, lo que confunde, pues no delata la realidad de sus pensamientos, que podrían ser de burla hacia los allí presentes o vacios, pero nunca pidiendo conmiseración. Ella pide un cigarrillo al primer indiferente que se tercia y continúan lentamente su camino, desaparecen y dejan al gentío de los cafés, de las copas, de las risas, de las tristezas o de los que se creen felices en la plaza, quedando éstos atrás ajenos a la soledad de los viejos, de su pobreza y de su anonimato.