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La decisión había sido errónea, el capitán Gurase lo veía ahora con total claridad, pero ahora era demasiado tarde. Había olvidado la regla más elemental de las negociaciones: Nunca dejes a un enemigo desesperado y sin ninguna salida, pues un hombre en esa situación tomará decisiones imprevistas y no racionales.
Así había sido, y ahora el capitán Gurase lo veía claro, rodeado de decenas de cuerpos de sus soldados, que pocos minutos antes estaban empacando sus petates para volver a casa.
- ¿Tienes algunas últimas palabras? le preguntó el hombre con la pistola presionando en su sien.
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