Denunciar relato
Echaba de menos a su mujer.
Encendió la vela, ya bastante gastada, y la situó al lado del espejo, con ello se aseguraría que el mismo no se empañase, además de proporcionarle la luz suficiente para el afeitado, ya que el cuarto de baño estaba tenuemente iluminado por la luz del incipiente amanecer.
Llenó un bol de agua caliente e introdujo la brocha (que había conocido tiempos mejores) y la maquinilla de afeitar. Tras ablandarse la incipiente barba con abundante agua caliente, se pasó la barra de jabón por toda la cara y empezó a espumar con la brocha.
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