TRATÁN DE LOS CUADROS VERDES (2 de 4)
Sobresaltado Tartán, echó veloz y ágil la mano al pomo de su espada de cazoleta, que de su funda sacó en pos de una posible treta.
-¿Quién sois y qué queréis? ?preguntó.
-¡Justícia, señor! Que en forma de acero os voy a administrar sin remedio por mi honor.
-Tenéos caballero, pues de las riñas de aceros, malos lances espero.
-¡Sóis traicionero, nocturno y folgador! Y hasta aquí y hoy llegó vuestro clamor, defendéos pues, sólo queda batirse, vive Dios.
-Partid en paz señor, pues no quiero ni lance ni pelea, que tarde es para esta tarea y más con vos.
-¡En guardia bellaco!- dijo abalanzándose sobre Tratán espada en mano el ofendido y haragán.
Paró este la estocada con facilidad, y poniéndose en guardia ante tal ademan, al tajo se puso con su habitual habilidad.
Chocaban las espadas, ruido de aceros, sin gritos ni más palabras se tiraban estoques certeros.
-Señor- decía Tartán- a tiempo estamos de parar, que veo que al final os tendré que matar.
El otro, exahusto y más ofendido si cabe aún le contestaba.
-De aquí esta noche solo sale uno, no dos, y por Dios os aseguro que seréis vos.
Viéndose en tal situación, Tartán pensó en poner rápida solución, desarmar al cornudo y darle una lección.
Atacó este último con rapidez y gallardía, con la experiencia que debía, sorprendido el otro, desarmado en un momento se vio, y ante tal imprevisto, con su otro plan siguió. Dicéndole a su cridado, que cerca estaba destacado.
-¡Dispara gañan, no ves que me quiere ensartar!
El criado, pistola en mano apuntó con los ojos cerrados, haciendo del disparo trueno ensordecedor, que no dando en su blanco, en el sobrero de su amo acertó.
-¡Inútil! ¿Es que me quieres matar? Cuando te pille te voy a deslomar.
Tartán, ante tan nefasto tirador y criado, rio descojonado.
El ofendido, cornúpeta y marido viéndose sin armas, gritóle al criado.
-¿Con qué ataco ahora? Estoy desarmado.-
-¡Con los cuernos, mi amo, con los cuernos sobre su pecho!- dijo el muy jocoso a despecho.
-Partid de aquí, y volved a vuestros asuntos, y con la cabeza bien baja, que aunque muy juntos, podéis tropezar con una jamba- decía Tartán en referencia a los adornos ficticios.
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