Pues finalmente fui a la playa. Sin crema solar, como en los viejos tiempos. Sin sombrilla y ganas de mojarme la cabeza. Había bandera roja, exagerada como demostró el hecho de que nadie hacía ningún caso i que más tarde la cambiaron por la amarilla. Yo daba por hecho que todo el mundo sabe que uno no debe bañarse en el canal de boyas para la lancha de los socorristas pero estaba equivocado enormemente. Un día en la playa más o menos siempre es el mismo, pero es un maravilla. Enganchar una ola que te desplace unos cuántos metros hasta la playa es fantástico. Ese dia recogí un montón de conchas con anhelos artísticos o decorativos y también recogí un poco de suciedad de colillas, que me rodeaban la toalla, con anhelos igualmente utópicos. Escribir no me apetecía, no me apetecía quejarme del mundo; pienso erróneamente que el mundo se para por vacaciones. Esto no pasa nunca, el mundo no se para nunca aunque de vez en cuando hay que desconectar.
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