Cicatrices del corazón

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Despierto roto, hundido, arqueado en mi mismo con un dolor que me parte en dos.

Mis ojos, hinchados, regados por tantas lagrimas no tienen razón para parar y dejarlo. Una nube de sentimientos aflora en mi interior y noto como se me parte el alma. 

Mi cabeza da miles y miles de vueltas tratando de encontrar una explicación a esto y tras dilucidar miles de disparatadas ideas, por fin tomo aire y me quedo con una de ellas.

Nacemos con el corazón entero, de una pieza y la primera vez que entramos en contacto con nuestra madre, le regalamos la mitad de él, todo por una persona que dará por nosotros su vida si fuera necesario.

Crecemos felices, pensando en que cada vez que damos un trocito de nuestro corazón, será correspondido eternamente como el amor de una madre. Pero tras hacer miles de piezas y entregarlo a amigos, hermanos, familia y demás, un buen día nos enamoramos.

Aquí empieza el dolor y la amargura de ver como, tras darle el pedazo más grande, un buen día esa persona desaparece y rompe en mil pedazos ese trocito especialmente reservado a ella.

Pero el dolor se contagia a todo el corazón, los sentimientos se multiplican por mil, no eres capaz de sentir amor, sólo dolor y eso que esa persona, tan sólo tenía un trocito. Pero el contagio es evidente, se parte en mil pedazos y sólo las personas que te rodean y nunca te abandonan, se encargan de ayudarte en tu empeño de recomponerlo.

Y para más inri, caemos una y mil veces en la misma tesitura, nos recomponemos de los errores y fallos y un buen día lo entregamos de nuevo a manos de alguien, que a lo mejor volverá a romperlo en mil pedazos de nuevo.

Pero eso no importa, porque merece la pena sentirlo aunque sólo sean momentos, lo intenso y maravilloso que es el amor.

Y cuando el corazón está recompuesto de nuevo, aunque con piezas dañadas por el tiempo, incluso algunas ya inservibles, te das cuenta de lo fuerte que es.

Y entonces sonries de nuevo, miras atrás y ves lo bueno de la vida y te levantas con fuerzas para volver a empezar una aventura nueva con un corazón maltrecho, pero indestructible.

Por eso secas tus lágrimas, abrillantas las cicatrices y las muestras con orgullo, a la espera de una persona que lo recomponga lo mejor posible.

Y mientras tanto, no olvides que tu eres la herida de algún otro corazón.


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