LOS ANALES DE MULEY(1ªPARTE) (1)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 04/05/2015, clasificado en Varios / otros
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Quiero contar mi vida
con taxativo rigor,
con claridad, sin temor;
al recuerdo evocar quiero
difuminando el candor
de este humilde arriero.
Solo quiero que mi pluma
cuente toda la verdad,
narre con gran humildad
tiempos ya olvidados
y exalte la libertad
de pueblos esclavizados.
Que rompa todos los tabúes
que el hombre modeló,
de luz a quién profirió
gritos de esclavitud;
defienda con prontitud
aquello que se perdió
Quiero cantar al mundo,
a gentes honestas, buenas,
para que olviden penas
y avivan sus corazones;
que desmantelen cadenas
y destierren aflicciones.
Me debo encomendar
a los santos del cielo,
que corran tupido velo
de mi rostro soñador,
pues siento gran recelo
de este novel narrador.
A mi Dios me encomiendo:
que avive mi memoria
para contar mí historia
y eructe de lo profundo,
pues pase por este mundo
sin pena y sin gloria.
No fui hombre erudito
ni aprendiz de letrado,
más nadie me ha engañado;
el hombre culto es sabio
y a mí me han enseñado
a morderme el labio.
Mis hijos me enseñaron
el arte de la escritura
y la luz de la lectura;
fui hombre paciente
para impregnar mi mente
de tan ansiada cultura.
Fui tardío en cultivarme
en mis tiempos pasados,
pues fueron ocupados
por juegos y correrías;
fuimos despreocupados
pero llenos de alegrías.
Fueron tiempos arduos
de miseria y pobreza,
de sumisión de entereza;
la calle fue la esperanza
con nuestra gran aspereza
para alcanzar confianza.
La escuela era un bunker
donde la fobia anidaba
y su hedor espaciaba,
era cárcel sin cerrojo,
era un campo sin rastrojo
que la siega esperaba.
A sí pensaba yo, como crio,
sobre adquirir sabiduría,
porque de poco me valdría
en tiempos venideros,
pues las calles son viveros
del hombre de cada día.
Los cantos de la alondra
vibraban en mis oídos,
la luz sanaba mis ojos
y sosegaba enojos,
pero eran esparcidos
por fuertes vientos crecidos.
No escuchaba su melodía
y la luz me ofuscaba,
la edad me atrapaba
con su mano ágil, fuerte,
di espaldas a la suerte
y al saber despreciaba.
Nada pude envidiar
en esta efímera vida
amargamente querida,
pues fue duro el sendero,
como un viejo molinero,
desde el punto de partida.
Ni la pobreza odié,
menos aún la opulencia,
pues viví en la creencia
de una total sumisión;
un deber de obediencia
adquirido por un don.
Pensaba que la riqueza
en cuna de nácar nacía,
que el lujo procedía
de herencia con solera;
mi cuna fue de madera,
más codicia no traía.
Así pensaba de niño
y también de adolescente,
después fui consecuente
de la cruel realidad,
pues hay que ser luciente
para ver con claridad.
Pero mi lucidez vino
con demasiado retardo,
más yo no era hombre cardo,
sí obediente y callado;
en furia indignante ardo
si recuerdo tal pasado.
Doy gracias a mis hijos
que me hicieron comprender
la utilidad del saber;
creo que cualquier momento,
con tesón, con sentimiento,
es tiempo de aprender.
Hablar dos sentidos tiene,
según como se interprete,
contra todos arremete
y sosiega al orador;
es un bello ramillete
frondoso y multicolor.
Todos me llaman MULEY.
Es apodo de escuela,
pues mi maestro Cayuela
fue quién me confirmó,
más su talante desvela
aquel a quién emuló.
Tengo nombre y apellidos
como cualquier ciudadano,
pero respondo ufano
por mi nombre o por mi apodo
a todo noble hermano
porque no me incómodo.
También me llaman rentero,
pues mi padre lo fue
y todo de él heredé,
con orgullo lo mantengo
y su estirpe mantendré
porque es tesoro que tengo.
En ese jardín florido
se marchitaban las flores
y se enterraban amores,
era edén abonado
de aflicciones y horrores
de un pueblo encadenado.
ll
Soy persona andaluza,
por su tierra andando voy
porque en su seno nací,
de su amor pleno estoy,
caballero de honor soy,
pues su nobleza aprendí.
¡Qué bello es nuestro vivir!
Es como piedra preciosa
que guardamos con recelo,
es cual criatura hermosa
que sintiéndose medrosa
guarda su honra con celo.
Nuestra vida es un don
de frágil amanecer,
es soplo del Redentor
que nos hizo emerger,
se lo hemos de agradecer
con humildad, con amor.
Nadie dispone de ella,
ni el belicoso guerrero,
ni el autoritario rey.
No puede haber fuero
que derogue dicha ley,
pues la vida es lo primero.
Es nuestro don divino
que emana del Creador,
por amor nos fue dado
para nuestro esplendor,
más su soplo hemos captado
con alegría y furor.
La vida es delirio:
camino de sin sabores
que vamos recorriendo
como atrevidos señores
que sortean sin temores
aquello que va surgiendo.
¡Que es el vivir sino
una frutal ilusión!
Es hambre del indigente
que alimentas su sazón,
abruma su frágil mente
cancelando su corazón.
Pasando va el tiempo
hundiendo nuestro andar,
todo atrás se va quedando,
incluso nuestro pensar
quiere, al olvido, robar,
pues todo se va olvidando.
Nadie quiere morir,
pues para tal fin nacemos;
nace el rico, nace el pobre,
los caminos recorremos
con viveza, y obtendremos
gozo o sombra según se obre.
De mi vida yo dispongo,
pues es sublime derecho
de todo ser racional,
si recorremos un trecho,
comenzaremos de hecho
nuestro andar infernal.
Largo es nuestro camino,
lento nuestro vagar;
vamos haciendo senderos
sin saber dónde parar,
querremos ser los primeros
para del mundo escapar.
Hay que mirar hacia atrás,
es de hombre su esplendor;
lo que atrás se va quedando,
sea acierto o error,
el tiempo lo va purgando
haciéndose un luchador.
Mi espíritu es noble,
de caballero cristiano,
de indeleble condición,
igual arropo a mi hermano
que a cualquier humano
que me implore perdón.
Si contemplo injusticias,
raudo la voz levanto,
pues solo es u arrebato
que aflora de mi llanto,
me hace pasar mal rato
o asombrarme con espanto.
Pues la vida lo maneja
lo fáctico, lo opulento.
Hacen y derogan leyes
según le cuadre el momento,
nos oprimen, se hacen reyes
de nuestro sufrimiento.
Este mundo es un engaño
lleno de odio y mentira,
nos quieren hacer creer
que no existe la ira,
ellos la hacen promover
y el pueblo su fe le retira.
Que la vida es sufrida,
lúgubre, a veces, maldita,
su amanecer me irrita
cuando no veo su sol,
pues es voz del español
que en su ser algo medita.
lll
Que no vengan con cuentos
ni me hablen de amores,
pues somos los sufridores
del poder establecido,
por ellos fue requerido
y somos los perdedores.
Solo nos queda callar.
Con el rico no podemos,
si alzamos la voz, tendremos
tropelía que padecer.
Para ellos es el poder,
nosotros, pues, callaremos.
Pero tan solo me queda
mi ira manifestar,
más debo saber callar,
ocultar mis pensamientos
para que mis sentimientos
no se puedan ahogar.
Me lo decía mi padre:
<<el rico lleva razón,
pégate a su calzón
que te dará de comer,
pídele siempre perdón
aunque te haga padecer
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