UN AFFAIRE CONSENTIDO (PARTE CUATRO)

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Pasado el segundo trago de tequila y ya muy excitados, ella fue al tocador asegurándose de que él pudiera seguirla con la mirada y contemplar lo que esa noche podría comerse si se aplicaba. Sus nalgas apenas se cubrían por su minivestido y el movimiento de su cintura y cadera hizo que varios hombres más la desnudaran con la mirada hasta el tocador. Cuando regresó a la mesa, ya un tanto desinhibida por los tragos, se sentó sobre sus piernas para que pudiera sentir su cuerpo súper caliente y deseoso de entregarse a la pasión. Él estaba tan prendido que sin poderse contener se animó a besar su cuello para después plantarle un beso tímido en la boca, como probando el terreno. Ella lo miró fijamente y con actitud casi perversa lamió los labios de él mientras le tomaba la mano y la ponía en su entrepierna desnuda. Nelson le acaricio las piernas y subió su mano poco a poco hasta sentir su diminuta y ya húmeda tanga. Mi esposa cerró los ojos y abrió ligeramente las piernas para recibir más a gusto la caricia. La respiración se le agitó y lo besó apasionadamente, metiéndole la lengua en la boca y dejándose manosear a placer. Él pidió la cuenta y después se dirigieron al auto tomados de la mano. De camino al hotel pararon un par de veces en una calle obscura para fajar y cachondearse apasionadamente, como adelanto de una noche que prometía de todo.

Para cuando llegaron ya los dos iban ardiendo de deseo. Tan pronto él abrió la puerta de la habitación, -con ansias por entrar y tomarla-, ella se dirigió a una mesita de estudio y se quedó parada esperando que su macho de ocasión atacara para hacerla suya. Él se acercó lentamente y la tomó con una mano en su cintura y otra en su cadera, al tiempo que ella quitaba su cabello con su mano para dejarlo que besara su cuello, él atendió besando su cuello, empezando por su nuca desnuda mientras sus manos acariciaban su cintura y su cadera con incursiones furtivas a sus nalgas. Nelson podía sentir los tirantes de su tanga mientras la acariciaba y mi mujer podía sentir como le crecía la verga mientras respiraba con trabajo por la excitación, -después de todo, era su primera vez con otro hombre y aunque había sabido como calentarlo y seducirlo, no dejaba de sentir dudas sobre el asunto-. Él comenzó a levantar su falda y ella no sabía si pararlo o dejarse llevar, pero mientras lo pensaba, Nelson le hacia un excelente trabajo que la ponía cada vez más caliente.

Después de un faje que la puso a temblar de gozo, se volteo hacia él y lo miró a los labios poniendo sus manos en la mesa esperando que él la contemplara y supiera que le estaba ofreciendo su cuerpo. Nelson la besó apasionadamente y metió su mano entre sus piernas, lo que hizo que ella dejara escapar un gemido de placer... Entones le bajó la tanga con una mano y le separó las piernas para introducirle dos dedos en su vagina empapada. La empezó a dedear y a acariciar sus senos mientras ella jadeaba cerrando los ojos. Estaban tan ansiosos que ella se entregaba a la deliciosa dedeada y tomaba su brazo para marcar el ritmo de la acción mientras con su otra mano lo tomaba por el miembro con fuerza comprobando la tremenda erección. Después se volteó ofreciéndole su culo y con voz entrecortada le pidió que la tomara, "hazme tuya Nelson". Él  terminó de levantarle el vestido con una mano mientras con la otra la inclinaba hacia la mesa. Verla así, con el culo expuesto y con su diminuta y sexy tanga a las rodillas lo hizo apresurarse a abrir su pantalón y sacarse el palo súper parado. Mi esposa volteó a verlo con ansiedad, tragando saliva y parando el culo para ver su cara de placer antes de sentir la inminente cogida, como queriendo comprobar si aquello la llenaría.  Sabía que si lo recibía no podría dar marcha atrás pues estaba tan prendida que al sentirlo dentro no pararía hasta venirse y hacerlo escupir toda su leche. Todavía en ese momento ella no tenía claro si debía dejarse montar, pero en tanto lo pensaba se le hizo tarde para reaccionar y recibió la verga de Nelson que se metió suavemente a media estocada y el resto lo clavó muy duro con movimientos que provocaron grandes gemidos y jadeos en mi mujer. Estaba tan mojada ya que Nelson entró en su vagina hasta el fondo, sacando y metiendo su vara a placer una y otra vez.

Ella se entregó a la cogida y respondió a todo lo que él quiso, después de montarla sobre la mesa y embestirla hasta el cansancio y con la ropa aun puesta, la llevó a la cama y la volvió a tomar en un misionero perfecto que hizo que la penetración fuera tan profunda que le arrancó gritos de placer, incluso sintió un poco de dolor que lejos de detenerla la excitaba aun más. Ella no dejó de repetir su nombre mientras él la hacía suya una y otra vez y lo abrazaba con sus piernas para dejarlo llegar más profundo. Mientras Nelson se tiraba a mi mujer, no dejaba de besarla y acariciar sus senos, sacando su falo solo para bajarse y chupar su clítoris, mamar su vagina y acariciar su vulva, tragando cada gota de ella, dejándola sin aliento y regresando a cogerla cada vez más fuerte. Entonces ella se vino por primera vez, -y por primera vez con otra verga-. Fue un orgasmo muy largo y casi al terminar, él comenzó a venirse dentro de ella, llenando su vagina de semen. Antes de terminar por completo, él se salió y con la verga aun chorreando y palpitando se la metió en la boca para hacerla tomar lo que le quedaba de leche mientras mi esposa cooperaba y la tomaba gota a gota. Después lamió su verga hasta dejarla completamente limpia. Su lengua acariciaba el falo de abajo a arriba, para después colocarse en cuatro y con la cabeza recargada en la cama para recibirlo nuevamente, pues eran tantas las ganas que ya se tenían que esa noche lo hicieron una y otra vez, descansando solo a la mitad de la faena. Nelson quedo extasiado con la cogida de su vida y le pidió a mi mujer ser su compañía toda la semana.


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