Encontrándote tan cerca (II)

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Pasaban las mañanas, las tardes y las noches, lo que no pasaban eran los sentimientos, las sensaciones a flor de piel y el recuerdo cada día más intenso de aquel breve momento en una estación por la que no había vuelto a pasar. Cada noche pensaba en ella? Lorena. Lorena ocupaba cada rincón de su mente, se ruborizaba solo recreando de nuevo aquella mirada antes de que se cerrara la puerta.

Sobre la cama, desnudo entre las sábanas, intentaba no olvidar el tacto de su piel, la suavidad de sus manos y la turgencia de esos pechos que apenas pudo disfrutar. Su sexo respondía sin perder ni un segundo llamándola, intentando evocar aquel momento que se convirtió en eterno. Acariciaba despacio su glande disfrutando de cómo sintiéndola allí, junto a él, su orgasmo era más puro, más real. Por su cabeza miles de imágenes desfilaban despacio, pudiendo observar cada detalle, cada rugosidad de sus pezones erectos frente a la suavidad de sus areolas. Su lengua recorriendo cada milímetro de aquel precioso tesoro del que pudo disfrutar mientras sentía como una corriente cada vez más intensa recorría su miembro clamando libertad? clamando a Lorena.

Ya en la ducha, tras uno de los miles de orgasmos que había experimentado tras aquel encuentro fugaz, deseaba poder encontrarla de nuevo, perderse en la profundidad de esos ojos y disfrutar de compartir una noche, unas horas, todo el tiempo de su vida, fundiéndose con ella, recorriendo sus paredes, buceando en su humedad? sintiéndola suya. Sus deseos se convirtieron en una nueva y sólida erección que le hicieron volver a disfrutar de un orgasmo con nombre propio.

Nadie lo sabía, tampoco le creerían, y en el fondo solo quería compartirlo con ella, nadie más podría entender aquel sexo furtivo convertido en? ¿amor? Sí, ese encuentro inesperado guiado por los instintos era una manera más profunda de gozar profundamente del sexo.

Disfrutaba de unos días de vacaciones y aunque le apasionaba conducir, no dudaba en subirse al tren y recorrer el trayecto hasta aquella estación que provocaba mariposas en su pecho y bajo sus pantalones. Bajó las escaleras y corrió hacia el tren que acababa de llegar. Buscó dónde sentarse y al hacerlo todo su mundo se tiñó de negro. Allí estaba, frente a él, besando, acariciando... a Andrés.

¿Cómo era posible? La mujer de su vida, todo lo que hacía que se levantara con una sonrisa cada mañana, se encontraba a poco más de un metro con la persona más prepotente, mentirosa y falsa que conocía. Por un momento pensó en levantarse y alejarse de allí, pero eso haría que pudieran verle y no estaba preparado para aquello. Por suerte bajaron en la siguiente estación.

De nuevo había que volver al trabajo y solo pensar en ver a Andrés hacía que quisiera escapar lejos, muy lejos donde poder olvidar. Nunca se había planteado la posibilidad de que hubiera alguien más. Pasaron las semanas y llegó el email con la invitación para la cena de Navidad? < ¿No está siendo ya suficientemente doloroso como para compartir con él también mi tiempo libre? >

Chaqueta, camisa y corbata, frente al espejo parecía ir todo bien. Salió de casa, cogió un taxi y se dirigió al restaurante. En ese momento atravesando las calles, viendo las luces navideñas, se percató de que no había vuelto a masturbarse, era demasiado desgarrador pensar en ella y cómo compartía sus días con alguien que no la merecía. Ya en el restaurante no solo estaba Andrés, Lorena le acompañaba. No sin esfuerzo, intentaba reírse, cenar y evitar que nadie se diera cuenta de que algo ocuría. Lorena parecía olvidar quien era, ¿acaso todo fue un sueño? Estaba preciosa, imponente, seductora con un vestido negro ceñido. Cuando por fin acabaron de cenar quiso escabullirse pero, se vio frente a Lorena y Andrés rogándole que no se marchara.

No podía negarse a esos ojos, a ese vestido que permitía ver el contorno de sus pechos e incluso de sus pezones que en ese momento parecían endurecerse por momentos fente a sus ojos. Quiso lamerlos, morderlos, recorrer sus pechos con su lengua ávida de su sabor.

Aquello era un suplicio, verla bailar con él, contoneándose, marcando cada curva de su cuerpo que él tanto había anhelado. No aguantaba más, se levantó y se dirigió a lavabo a refrescarse la cara. Mientras el agua se desmoronaba por sus mejillas como él a cada minuto que pasaba, se abrió la puerta y vio reflejado en el cristal aquel vestido negro que paraba su corazón y encendía su sexo bajo los pantalones.

-Ven, tenemos que hablar.

Antes de terminar la frase ya se encontraba dentro de uno de los cubículos, dejando la puerta abierta invitándole a pasar. Jaime no lo pensó y entró tras ella. Sin tiempo a reaccionar sintió su lengua acariciando la suya y sus manos desabrochando su pantalón.

- Ehh?espera espera, ¿no querías hablar? ¿Qué está pasando?

- Después.

No quería que fuera así. Así no, su mente lo sabía pero su cuerpo no? Bajo los tirantes y volvió a sentirla en su lengua. Lamió cada milímetro de esos preciosos y perfectos pezones erectos para él; no pudo evitar gemir cuando la sintió bajo su pantalón, cuando sus dedos acariciaban su miembro ya húmedo y la encontró de rodillas frente a él, mirándole.

- Mereces sentir mi lengua en tu glande antes de explotar dentro de mí.

Comenzó a deslizar su lengua despacio, sin dejar de mirarle mientras sus manos acariciaban sus testículos, palmeándolos despacio, estimulando aún más -si es que eso era posible- su excitación. Jaime se mordía el labio mientras miraba como su erección se escondía de manera rítmica entre aquellos labios y sus pezones escapaban del vestido. Se apartó y la levantó colocándola sobre él, contra la pared, besándola sin pudor oprimiendo sus pezones contra su cuerpo Fue una embestida vigorosa, severa, intensa, donde todos aquellos sentimientos contrapuestos que le recorrían se introducían en ella, dilatándose para él. Mientras sentía sus gemidos en lo más profundo de su oído, comenzó a rozar su clítoris con la yema de los dedos, suave, despacio, acariciando su contorno? < necesito un teléfono, un email, una noche>? Lorena comenzó a gemir más rápido arañando la espalda sudorosa de Jaime que no pudo aguantar más deshaciéndose entre sus paredes.

Esta vez le abrazó, le acarició el cuello y susurro? < AP 724>

 

Solo en casa no podía creerlo, sentía que su erección no quería desaparecer, pero solo una pregunta retumbaba en su cabeza ¿qué significaban aquellas palabras?


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