La puta

Hoy una puta de la que no sabía nada me dijo que estaba enamorada de mí. Leía a Cortázar y fumaba. Ya se había bebido al café. Cuando me senté a su lado les puedo jurar que no la había visto en mi vida. Ella me vió dejó de leer y se arrimó para gritar que me amaba con locura desde que era niña. Que vivía muy cerca de la casa de mis padres y que siempre sintió hacia mí ese amor inexplicable pero ya consolidado e irrevocable. Lloró. Intenté consolarla. Varios tipos que la conocían me amenazaron de inmediato, mientras ella les pedía, siempre gritando, que dejaran en paz al hombre de su vida. ¡Fuera de aquí, hijos de puta! Yo también decía lo mismo, pero en mi cabeza. Por fin nos dejaron solos. 

Me dijo que se llamaba Paca. ¿No te acuerdas de mi con quince años? Una vez te enseñé una teta y mi amiga Matilde se bajó las bragas para ver si te fijabas en su coño. Le dije que no con la cabeza. De repente me dolía el pecho. 

Acaba de regresar de Hensinki, y tenía volver a coger un avión para hablar de la obra de Witold Gombriwicz en la Uniwersytet Warszawski. Y ella no paraba. Me besaba. Me tocaba la polla. Volvió a enseñarme la teta que según ella había dicho que era mía para siempre a los quince años. 

No sé como, pero aprovechando un segundo de silencio me puse en pie y le pedí que me dejara en paz. Ahora era yo el que gritaba. La llamé de todo. La mandé a tomar por culo, la amenacé de muerte. Le dije que se tapara la puta teta y que se lavara, cojones, porque apestaba. Le tiré a la cara un billete de 50 euros y la dejé llorando, gritando que me amaba. "Ravelo, te amo, te amo, por favor, te amo; ámame!"

Afortunadamente ya estoy en Varsovia. La habitación del hotel es cojonuda y la puta que está mi lado no me conoce de nada. Ni siquiera ha preguntado cómo me llamo. Sólo sé que folla muy bien y que bebe como una cosaca.