LOS AMNALES DE MULEY(1ª PARTE)(3)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 10/05/2015, clasificado en Varios / otros
1015 visitas
Algunos, por conveniencia,
se acercaban a mí
y yo amistad ofrecí
aunque fuera pasajera,
pues era vez primera
y su odio comprendí.
La escasez nos muestra
dos ramas de nuestro ser:
conformidad y envidia,
pero llenos de desidia
nada hemos de tener,
pues así todo se lidia.
La envidia es nuestra lacra,
mal de la sociedad,
tapa nuestra identidad,
nuestro corazón se arruga,
lentamente se fuga
toda personalidad.
Todo el pueblo me quería,
perdón, la gente menor.
A veces, por conveniencia
y mostrando paciencia,
iban tras su salvador
fingiendo complacencia.
Nunca me riñó mi madre,
ni jamás me dijo nada,
nunca la vi enfadada
cuando venían a la huerta,
presentía su llegada
y les abría la puerta.
Jugábamos con la tierra,
a los arboles subíamos
y sus frutos comíamos,
luego la gran contienda:
devorar la merienda,
pues gozosos lo hacíamos.
Mi madre era buena,
afable y complaciente,
persona inteligente
de solemne sabiduría,
en todo momento sabía
embelesar a la gente.
Sabía por qué mis amigos
hasta allí se acercaban,
porque a mí me buscaban
los recibía con agrado
y a mí me encontraban
siempre bien preparado.
Ella una vez me dijo:
<<acostúmbrate a traer
pocos amigos a casa,
quiero darles de comer,
pero no puedo coger
y negarme?con guasa>>
<<Corren muy malos tiempos,
hay miseria, lo sé,
hay falta de alimentos,
pero yo siempre daré,
y preparadas tendré,
viandas para esos momentos. >>
V
<<Quiero mitigar el hambre
en esos diablos mocosos,
aunque le dé solo pan
serían muy dichosos,
creerán ser venturosos
y su hambre calmarán>>
Mi madre era comprensiva,
yo ni caso le hacía,
siempre llevaba compañía,
a veces una pandilla,
incluso una chiquilla
nos acompañó un día.
Pero tenía para todos.
Siempre con una sonrisa,
con sosiego, sin prisa,
repartía la ración,
ellos, con gran emoción,
creían acuñar su divisa.
Me enseñó a ser generoso,
a ofrecer el corazón
a la gente incomprensiva,
tolerar la sin razón
y alabar la sazón
que en nosotros se estiva.
Y otro día me dijo:
<<al ?tuerto? no quiero verlo
por aquí, no es buena gente,
y prefiero no tenerlo
a la vista, pues hacerlo
sería reventar mi mente>>
<<Lo podemos lamentar,
su familia es envidiosa
cuando ven otra dichosa.
Guárdate mucho del ?tuerto?
y que no te lleve al huerto,
puede ocurrir cualquier cosa>>
Me lo decía con tristeza,
con su lánguida mirada,
más al cielos fijada,
parecía adivinar
lo que pudiera pasar
en situación forjada
No comprendí sus palabras
y memos aún su decir.
No alcance ver su pena,
su pesar o su sufrir,
más nada de ello sentir,
pero ella vio su condena.
Yo, como crio, no hice caso
de aquella buena advertencia
y en saco roto la eché,
pues mi fácil tenencia
olvidaba mi imprudencia,
más a ella defraudé.
Para mí era un amigo
y aquí seguía viniendo,
a veces subía corriendo
para no ver a mi madre,
más cuando veía a mi padre,
el zagal salía huyendo.
Cuando esto así ocurría,
en un tiempo se olvidaba
de nuestra buena compañía,
e incluso no se resignaba
a hablarnos, se encontraba
rabioso, con apatía.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales