LOS AMNALES DE MULEY(1ª PARTE)(3)

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   Algunos, por conveniencia,

se acercaban a mí

y yo amistad ofrecí

aunque fuera pasajera,

pues era vez primera

y su odio comprendí.

   La escasez nos muestra

dos ramas de nuestro ser:

conformidad y envidia,

pero llenos de desidia

nada hemos de tener,

pues así todo se lidia.

   La envidia es nuestra lacra,

mal de la sociedad,

tapa nuestra identidad,

nuestro corazón se arruga,

lentamente se fuga

toda personalidad.

   Todo el pueblo me quería,

perdón, la gente menor.

A veces, por conveniencia

y mostrando paciencia,

iban tras su salvador

fingiendo complacencia.

   Nunca me riñó mi madre,

ni jamás me dijo nada,

nunca la vi enfadada

cuando venían a la huerta,

presentía su llegada

y les abría la puerta.

   Jugábamos con la tierra,

a los arboles subíamos

y sus frutos comíamos,

luego la gran contienda:

devorar la merienda,

pues gozosos lo hacíamos.

   Mi madre era buena,

afable y complaciente,

persona inteligente

de solemne sabiduría,

en todo momento sabía

embelesar a la gente.

   Sabía por qué mis amigos

hasta allí se acercaban,

porque a mí me buscaban

los recibía con agrado

y a mí me encontraban

siempre bien preparado.

   Ella una vez me dijo:

<<acostúmbrate a traer

pocos amigos a casa,

quiero darles de comer,

pero no puedo coger

y negarme?con guasa>>

<<Corren muy malos tiempos,

hay miseria, lo sé,

hay falta de alimentos,

pero yo siempre daré,

y preparadas tendré,

viandas para esos momentos. >>

              V

   <<Quiero mitigar el hambre

en esos diablos mocosos,

aunque le dé solo pan

serían muy dichosos,

creerán ser venturosos

y su hambre calmarán>>

   Mi madre era comprensiva,

yo ni caso le hacía,

siempre llevaba compañía,

a veces una pandilla,

incluso una chiquilla

nos acompañó un día.

   Pero tenía para todos.

Siempre con una sonrisa,

con sosiego, sin prisa,

repartía la ración,

ellos, con gran emoción,

creían acuñar su divisa.

   Me enseñó a ser generoso,

a ofrecer el corazón

a la gente incomprensiva,

tolerar la sin razón

y alabar la sazón

que en nosotros se estiva.

   Y otro día me dijo:

<<al ?tuerto? no quiero verlo

por aquí, no es buena gente,

y prefiero no tenerlo

a la vista, pues hacerlo

sería reventar mi mente>>

   <<Lo podemos lamentar,

su familia es envidiosa

cuando ven otra dichosa.

Guárdate mucho del ?tuerto?

y que no te lleve al huerto,

puede ocurrir cualquier cosa>>

   Me lo decía con tristeza,

con su lánguida mirada,

más al cielos fijada,

parecía adivinar

lo que pudiera pasar

en situación forjada

   No comprendí sus palabras

y memos aún su decir.

No alcance ver su pena,

su pesar o su sufrir,

más nada de ello sentir,

pero ella vio su condena.

   Yo, como crio, no hice caso

de aquella buena advertencia

y en saco roto la eché,

pues mi fácil tenencia

olvidaba mi imprudencia,

más a ella defraudé.

   Para mí era un amigo

y aquí seguía viniendo,

a veces subía corriendo

para no ver a mi madre,

más cuando veía a mi padre,

el zagal salía huyendo.

   Cuando esto así ocurría,

en un tiempo se olvidaba

de nuestra buena compañía,

e incluso no se resignaba

a hablarnos, se encontraba

rabioso, con apatía.

 


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