¿Qué era aquello? Se encontraba sentada en la orilla del río en el que se bañaba de pequeña y reía con sus amigos, amigos que veinte años después ya no estaban, solo Sandra seguía allí. ¿Eso era lo que provocaba esa presión en el pecho que hacía que respirar fuera la tarea más difícil de día?
< No, debe ser tanto bicho cerca> No pudo evitar sonreír y que una pequeña risa escapara de esos labios que aún no le habían olvidado.
? ¿Quieres que vayamos juntos a buscar mariquitas?
? Todos están preparándose en la orilla para meterse en el agua. Habrá carreras a ver quién nada más rápido, juegos con la pelota? será divertido.
? ¿Eso es un no?
Ambos se quedaron de pie, uno frente a otro bajo su árbol favorito antes de que Carolina saliera corriendo uniéndose a todos.
Su pecho sufría, sufría tanto como al corazón que creía poder proteger, pero no, hoy sería imposible hacerlo. El frío del agua bañando sus pies hacía que todos esos recuerdos asemejaran a un pasado que ahora parecía tan cercano?
? ¿Quieres que vayamos a buscar mariquitas?
? Todos los años me preguntas lo mismo Marcos, ¿no te gusta el agua? ? Carolina estaba realmente intrigada, ¿por qué ese afán con las mariquitas? ¡Habían traído un nuevo balón, enorme, que sería divertidísimo!
? De nuevo otra negativa, como cada verano. ? Lo intentó, pero no fue capaz de evitar que la tristeza se reflejara en su cara.
Pasaban los veranos y la misma historia se repetía. Un año, ya siendo más mayores -o eso creían ellos-, hubo un incendio en el pueblo que atrapó a su perro Sayron. Carolina lloraba desconsolada, era el perro de su hermano, pero él nunca lo cuidaba y ella se encargaba de jugar con él y darle todo el cariño que tanto se merecía. Mientras todos se preocupaban por ver cuánto se había quemado, Marcos se sentó junto a ella en escalón de la puerta donde llevaba horas preguntándose por qué. Sin mediar palabra, tras unos minutos, cogió su mano y la llevó hacía el bosque. Carolina ni siquiera preguntó, no tenía fuerzas para preguntarle a dónde iban hasta que llegaron tras la gigantesca roca en la que siempre estaba Marcos escondido.
? ¿Qué haceee?? ¡Espera! ¿Eso son mariquitas? ? Le miró extrañada sin comprender nada.
? Nunca querías venir conmigo, así que te las enseño yo. ¿No son preciosas?
Se quedaron horas allí, olvidando que Syron ya no volvería a jugar con ellos, hasta que escucharon cómo sus padres les llamaban.
Pasaron un par de años y Marcos dejó de aparecer por allí, aún así Carolina no olvidó ese precioso escondite donde pudieron evadirse jugando con las mariquitas y dejando atrás los balones de agua.
? ¿Marcos? ¡Has vuelto! ? Carolina salió corriendo a abrazarle.- ¡Cuánto tiempo sin vernos! No imaginas la ilusión que me provoca volver a vernos. Le cogió la mano y se dirigió con él al bosque.
? ¿A dónde me llevas? ? Marcos la miró travieso, descarado. Sin saber por qué, a Carolina le encantó e incluso se ruborizó.
? ¿Ya no te acuerdas? ? Intentó devolverle la misma mirada, y por su reacción, pareció haberlo conseguido.
Llegaron al nido de mariquitas, apenas había.
? ¡Vaya qué raro! ? La deceoción se recalcaba en las palabras de Carolina.
? Es época de cría, mira, ahí están los huevos. -Ambos se agacharon acercándose a verlos y al mirarse pocos centímetros les separaron.
Carolina se incorporó rápidamente y sin pensarlo dos veces preguntó aquello a lo que llevaba dándole vueltas tanto tiempo.
? ¿Por qué me querías traer siempre aquí?
? ¿Sabes qué les ocurre a las mariquitas? ? Se puso de pie frente a ella y apartó la mirada mientras intentaba explicarla el secreto de aquel sitio.- Nada más salir del huevo, por su aspecto y color, son confundidas con excrementos de otros animales, y al ser adultas, en apenas unas horas preciosos colores brotan y se convierten en lo que son? preciosas.
? Eso es precioso, pero? ¿excrementos?
? No, no, no me entiendas mal, no digo que lo seas. ? Marcos no se podía creer lo mal que se estaba explicando. La risa de Carolina le tranquilizó y ambos rieron juntos.- Solo quería decir que aquí?
? Shhhh?
Carolina cubrió sus labios con su mano, y tras unos segundos mirándole a los ojos, le besó. Le besó despacio, con delicadeza y una suavidad que Marcos a sus diecisiete años no había sentido nunca.
? Eres maravillosa. -Sus ojos no mentían, era imposible.
Fue el mejor verano que recordaba. Muchos -por no decir todos- se reían de sus besos, sus paseos en solitario, e incluso de que cada noche se escaparan para ir a ese estúpido lugar que para ellos, era mucho más? lo era todo. Marcos dejó de ir, nadie sabía muy bien por qué, pero miles de teorías se escuchaban y no había sido hasta la semana pasada, que había descubierto cómo su padre murió de manera repentina y su vida cambió por completo. Solo Sandra seguía en su vida y cuando escuchó todo lo que le contaba quiso desaparecer.
Allí estaba, una semana después de aquella llamada en la que Sandra le comunicaba que no solo el padre de Marcos había muerto tras aquel verano, sino que el propio Marcos había heredado su enfermedad y esta vez era él, quién había fallecido. Nada más llegar para acudir a su entierro, Carolina fue a encontrarse con Sandra y esta, le entregó una carta que Marcos había dejado para ella.
Se armó de valor, sentada con el agua a sus pies y junto a todas aquellas mariquitas, abrió el sobre y comenzó a leer ?
Te deseé cada minuto, aún siendo niños
la belleza solo se explicaba al mirarte, el verano me permitió conocerte
y no puedo elegir mejor estación para despedirme.
Siempre te querré.
Estaré en cada mariquita que se pose en ti,
en cada corriente de agua que te roce. Lamentaré siempre no habértelo dicho
pero? nunca es tarde ¿verdad?
No olvides lo maravillosa que eres? siempre
permaneceré junto a ti.
Dobló el precioso papel en el que aquellas palabras habían hecho que las lágrimas recorrieran sus mejillas, y observó como en cada una de esas mariquitas Marcos había dejado su legado, ese que ella había recordado siempre sin haberlo compartido con nadie más.
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