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En la cueva Ignateva descubrí el esqueleto de un vampiro. Se lo comuniqué al equipo. Afortunadamente, un periodista de Japan News Network se encontraba en la zona realizando un reportaje sobre avistamientos de ovnis. Aiko y yo decidimos investigar más a fondo en la cueva. No nos interesó lo más mínimo la figura de Venus, ni los restos de animales, ni las pinturas rupestres. Al carajo con ellas. Lo que nos heló la sangre fue ver que la mujer del vampiro todavía vivía. Se llamaba Svetlana. Nos habló de una historia de amor maravillosa. Aiko le dijo que era japonesa, y yo le dije que era de España. ¿España?, preguntó Svetlana. "Ah, sí, en ese sitio comí rabo de toro y chupé la sangre de unas cuantas ratas. No me gustó".
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