Mary Kate Danaer

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Ahora estamos solos en Preikestolen. Tú quieres terminar con tu vida, y yo convencerte para que no lo hagas. Seiscientos cuatro metros es lo que anhelas, y yo que regreses a casa, nada más. Pero, ¿cómo convencerte de que no lo hagas? No lo sé. No tengo ni idea. Tú eres más inteligente que yo, mucho más. Yo no sé ni lo que decir. No sé ni por dónde empezar. Se está haciendo de noche y me mareo. 

Veo que te aproximas al vacío. Yo me muevo con una cobardía que enferma. Lloro pero tú pasas. 

Antes de hacerlo te vuelves para mirarme un segundo. Sonríes. Y saltas. El fiordo de Lyse te espera abajo. En Stavanger está nuestro equipaje y el cuaderno donde has ido tomando notas desde hace una semana.

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Quiero matarme. No te asustes. Y no grites, por favor. Lo tengo decidido y por mucho que te pongas a bailar River Dance no cambiaré de opinión. Ella quería ser simpática y quitarle hierro al asunto. Ya me conoces. Nos vamos a Noruega, ¿vale? Mañana si es posible. Bueno, tiene que ser mañana porque quiero terminar con todo el próximo lunes. Y quiero que me acompañes, pero no para que estés dando la lata todo los días y a todas horas. Quiero que me acompañes porque eres lo único que me importa de esta vida, lo único, ¿te queda clarito? 

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A Eileen la conocí en un viaje que hice a Dublín el año pasado. Cantaba en el Temple Bar pero porque estaba muy alegre y su amiga se lo permitía. Más de dos whiskeys y en sus ojos azules se encogía la timidez de la chica más guapa que había visto en el viaje. 

Les aseguro que la música tradicional a todas horas me tenía hasta los cojones.

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Nos gustamos. Y todo marchó a las mil maravillas. 

Javier, me llamo Javier. Español. "Olé". Sí, sí, olé, pero yo asturiano, poco toro, bueno, nada de toros. Y así hasta que pasados unos cuantos días nos dimos cuenta de que había algo más que una simple atracción veraniega. A mí me gustaba con locura, ¿se dice así? Y yo a ella. Le gustaba mi cocina, y le gustaba que hablara de España.

Entonces vino la visita al médico por ese dolor constante en la cabeza y todo estalló. Era grande, muy grande. Una mancha enorme que metía el miedo en el cuerpo y el médico diciendo que no había manera de poder atacarle. Se refería al jodido bicho. Y eso significaba que tres meses. Tres putos meses.

En la catedral de San Patricio me metí varias veces buscando algo, pero en realidad estaba haciendo trampas. ¿Ahora? Ni la torre oeste ni el parque. Yo nunca encontré un segundo de tranquilidad.

Eileen se reía cuando le dije que venía de ese lugar. 

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Primera hoja de su cuaderno de notas..."Tiene que ser de puta madre caer y caer. El aire frío. Sin desmayarme. Gritar, pero no porque vaya a tener miedo, qué va; gritar para amedrentar a los demonios. Tener los cinco sentidos tan despiertos como cuando te conocí. ¿Tenía de verdad los cinco sentidos en su sitio, Javi? No quiero que me mate el dolor, ni la puta enfermedad. Ya me conoces. Soy una irlandesa con mucho carácter. Tu Mary Kate Danaer, ¿no?"

 

 

 


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