No me chilles que no te oigo Parte Final

Por
Enviado el , clasificado en Cuentos
1284 visitas

Marcar como relato favorito
El hombre se retuerce de dolor en el suelo, un gesto que había provocado que acabara pringando todo su cuerpo desnudo con los excrementos que había depositado recientemente en la acera. Poco a poco recupera la forma y puede incorporarse para comprobar que estaba totalmente cubierto de mierda.   - Eres?    - No termines esa frase. A los animales hay que tratarlos como tal.  Dice interrumpiéndole la voz.   - Yo no soy un animal   - Pues te comportas como uno, es más, creo que te comportas peor que los animales.   - ¿por qué me haces esto? Dice el hombre mirando fijamente a la farola y con tristeza.   - Dímelo tú. ¿Por qué crees que te lo hago?   - No lo sé.   - Ves como no piensas. Esfuérzate un poco anda, que tu sabes bien el motivo principal por el que te estoy haciendo esto.   - De verdad, no tengo ni idea del motivo por que el que me estás jodiendo la vida de esta manera.   - Yo no te estoy jodiendo la vida, te estoy enseñando a ser un individuo cívico. Te ayudo y te educo para que puedas aprender a convivir con tus semejantes.   - Ya sé quien coño eres.   - No insultes o te trueno con el pitido. ¿Quién soy? ilumíname con tu sabiduría.   - Eres la vieja del piso de arriba. Esa hija de puta, sabía que le tenía que haber atizado cuando tuve oportunidad.   De nuevo un pitido agudo lanza al hombre desnudo contra el suelo, sin embargo esta vez puede notar como una descarga eléctrica inunda todo su cuerpo y lo golpea con violencia mientras retuerce hasta el último músculo de su cuerpo. Tras unos segundos, el cuerpo parece soltar un humo tenue y la calle queda impregnada de olor a pollo quemado.   - Te dije que no insultaras. Si observas detenidamente podrás comprobar que la farola no está apagada por casualidad, me he tomado la molestia de realizar un pequeño retoque para que te puedas calentar si tienes fríos. A todo esto toma un regalo de mi parte, para que veas que tengo buena fe.   Una vieja jarapa planea desde el cielo hasta caer cerca del hombre desnudo. Por primera vez en muchas horas tiene un objeto con el que tapar sus vergüenzas. Ya no se siente un salvaje, ahora parece un ser humano.   - Gracias. Dice con la voz temblorosa y con los dientes castañeando por la electricidad.   - No soy tan malo como te crees.   - Lo sé.   - ¿Cómo lo puedes saber?   - Podrías haber utilizado la electricidad desde el primer momento y sólo lo has hecho cuando me he puesto agresivo.   - Veo que vas aprendiendo. No quiero que pases por ningún tipo de trauma, ni te sientas mal. Eso sí, tienes que comprender que no puedo tirarte otra fiambrera de comida, ya sabes que cada uno es responsable de sus actos.    - Muchas gracias.   - Mañana todo volverá a la normalidad, no te preocupes. Dice la voz antes de soltar una nueva descarga eléctrica que provoca la pérdida de consciencia del hombre desnudo.   El carro de Apolo aparece de nuevo en el horizonte y alumbra con todo su esplendor un nuevo día en la ciudad. Después de un puente en el que las familias han podido disfrutar de un merecido descanso en la playa todo vuelve a la normalidad y las calles se llenan de transeúntes que andan con prisa y sin cuidado alguno.   Una figura enturbia el orden preestablecido en la ciudad, un hombre se encuentra durmiendo en la acera tapado solamente con una jarapa vieja y cubierto de comida y excrementos. La policía y los sanitarios no tardan en acudir al lugar y zarandean con cuidado al hombre para ver si se encuentra en buen estado, tras varios intentos la misteriosa figura parece volver en sí:   - ¿Se encuentra bien señor? Pregunta un sanitario   - ¿Dónde estoy? Responde el hombre   - Está tirado en la calle, sucio y tapado sólo con una jarapa vieja.   - ¡Cuidado! Chilla el hombre.   - ¿Qué pasa? Comenta el sanitario asustado   - Un loco me tiene encadenado a la farola y me da descargas eléctricas. No me toque, que puede ser que le pase la corriente y le haga daño. Dice el hombre nervioso   El sanitario gira su cabeza y asiente a sus compañeros. Todo el equipo se pone en marcha y coge al hombre por las axilas lo sitúa en una camilla y lo ata con unas correas.   - Llevadlo al hospital psiquiátrico, este hombre está complemente loco. Ordena uno de ellos.   Todo este revuelo atrae a una gran cantidad de curiosos que forma un corro en torno a esta escena. Justo detrás de toda esta marabunta una mujer mayor sale del portal de su edificio y otea el horizonte.   - Malditos hippies, seguro que va drogado.   - Señora no cierre la puerta. Dice un hombre a la carrera.   - Hombre vecino, ¿Cómo estás?   - Muy bien   - Me alegro. ¿Y ese perro que lleva usted?   - Lo he adoptado, parece ser que su anterior dueño era un descerebrado que no le hacía mucho caso y le agredía todos los días. Espero que alguien le dé una lección. Dice el hombre con una sonrisa picaresca.   - Espero que no sea igual de follonero que el de mi vecino de abajo. Por cierto,   llevo varios días sin verlo por el edificio.   - El borracho de tu vecino me comentó el otro día que se iba de viaje y no volverá en unas semanas. No te preocupes por eso.   - Eres una bendición de hombre, todo son buenas noticias. Dice la mujer mientras guiña un ojo y sonríe de forma cómplice.   - Muchas gracias vecina. Le contesta con el mismo gesto.    - Acompaña a tu querida vecina al mercado. Si te portas bien y le dejas ese megáfono tan chulo para el bingo te hago migas.   - Por un plato de migas hago lo que haga falta.

¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed