Aquel saludo que te nublo,
pudo despedirse de ti para que no regresaras.
Esa mirada que te interrogó quiso que nada dijeras,
que la duda se prolongara como una venda entorno a tu boca,
impidiéndote.
También la mirada que te evitó
escurriéndose por tu vestimenta con gesto extraño,
te obligó a ser más anónimo,
a desaparecer más,
en el ambiente que morirá algún día fruto de la escasez de oxígeno.
El tiempo agota el aire de la burbuja que estallará para regresar a la eternidad.
Todos buscan salvarse volviendo al mar en el que se zambulló el joven Cronos, pero tú...
¡Oh tú!
Tú pretendes alojarte en la Eternidad blanca y estallar las burbujas de un Tiempo codicioso,
anhelando encontrar en una de esas pompas la perla nacarada cuyo fulgor disipe
el instante eterno y lo sustituya por la memoria inmortal.
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