Mi jefa, esa diosa 4ª Parte
Por MARTITA
Enviado el 30/05/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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Después de tomarnos unas copas y disfrutar viendo bailar todo tipo de bailes latinos, llegó el momento de ir a bailar a la pista, Marta que había tomado clases de baile enseguida se puso a bailar, yo llegué a su altura y comencé a moverme, Marta se acercó a mí y me dijo:
Déjate llevar vale! Ya me encargo yo -- Lo que tu mandes - le conteste ?
Bailamos varias canciones de salsa y la verdad es que Marta lo hacía muy bien, se notaba que disfrutaba, yo no lo hacía mal, me dejaba llevar por ella y era fácil porque ella lo hacía sencillo. Estuvimos bailando y solo parábamos para pedir alguna copa más, según avanzaba la noche los bailes eran más sensuales, Marta se pegaba a mí y yo me rozaba con ella como si fuéramos a hacer el amor allí mismo, Marta me acariciaba la cara, el pecho, los brazos y muchas veces me cogía el culo y lo apretaba hacia ella, yo por mi parte, estaba totalmente empalmado, tenía la polla a reventar, con tanto acercamiento estaba muy excitado, acariciaba a Marta, su cara y su pelo, su culo siempre estaba pegado a mi polla, no podía esconder lo evidente, el bóxer y el pantalón de lino no podían ocultar mi erección. Cuando estábamos de frente nuestras piernas se introducían en las del otro y manteníamos nuestros sexos juntos. Marta podía sentir la dureza de mi miembro y yo aprovechaba para cogerla el culo y apretarla contra mí. A veces Marta subía los brazos al bailar, momento que yo aprovechaba para pasarle mis manos por todo su contorno, desde la cara hasta la cadera poniendo más énfasis al llegar a sus pechos, era delicioso poder acariciar suavemente aquellas tetas tan redondas y duras. Marta me miraba y parecía consentir con una sonrisa, creo que a ella también le gustaba sentirse querida y deseada.
Marta se acercó y me dijo al oído:
- Tengo ganas de ver que tienes ahí abajo, me tienes excitadísima y estoy totalmente mojada ?
Después de decir esto me sonrió y me guiñó un ojo.
- Cuando quieras preciosa - , le conteste yo, - que sepas que está así de dura por ti y le di un beso en la mejilla.
Terminamos las consumiciones y nos fuimos, durante la espera para regresar a casa Marta no dejó de tocar mi miembro ni un momento, lo acariciaba por encima del pantalón y lo apretaba con los dedos, luego me desató el pantalón y sacó mi polla en todo su esplendor, estaba mojada de tanta excitación pero a ella no le importó lo más mínimo , sacó su lengua y empezó a chuparla lentamente, disfrutaba con ello y seguía pasando la lengua por todo el glande, no se la metía entera en la boca sino que se dedicaba a la parte más sensible, daba pequeños lametones y lamía en círculos. Yo por mi parte deslicé la mano por debajo del vestido de Marta y comencé a acariciar su sexo por encima de la braguita negra que llevaba puesta. Estaba mojada, muy mojada y a cada caricia mía respondía con un gemido, aparté un poco la tela de la braguita y deslizando un dedo pude comprobar el grado de humedad que tenía Marta, estaba empapada y cada vez lo estaba más .Yo continuaba pasando mi dedo por sus labios, después acaricie su clítoris con mucha suavidad y al hacerlo Marta gemía descaradamente, no podía disimular que la estaba gustando, pasados unos minutos se lo introduje en su vagina que por entonces era una charca.
-No pares, sigue así Álex, me encanta como me haces gozar ? decía Marta
-Claro que si cariño, no pararé hasta que me lo digas ?
Marta dejó momentáneamente la mamada porque estaba gozando como nunca, abría la boca y gemía sin parar. Cogí otro dedo más y se lo introduje con suavidad, ahora tenía dos dedos dentro dándola placer y acerqué mi lengua a su clítoris, para continuar con la faena. Marta no se lo esperaba y al sentir mi lengua en contacto con su botón no pudo reprimir un gemido y comenzó a correrse, era una corrida bestial, un montón de flujo saliendo disparado hacía mi boca. Me mojó entero y mi boca pudo saborear aquel líquido que tan bien sabía, Marta temblaba de gusto, tenía los ojos en blanco y estaba disfrutando de una corrida como pocas veces había tenido. La deje descansar un poco y continué pasándole la lengua por su clítoris, a veces despacio, otras más frenético, ella gemía sin parar, se corrió ocho veces más, se notaba que no se lo habían hecho muchas veces porque lo tenía muy sensible y las corridas eran muy abundantes y sobre todo por la cara de sorpresa que ponía al ver semejantes corridas como si para ella fueran una novedad.
Luego continúe haciendo trabajos con mi lengua y me dediqué a introducirle la lengua en su vagina y en estimular su culito respingón. A cada lametazo Marta correspondía con un gemido, estaba enloquecida con mi lengua y a mi aquel cuerpazo me tenía loco de pasión y excitación. Marta me pidió por fin que la penetrase:
- Follamé Álex, venga no me hagas sufrir más, - decía
- Necesito que me la metas ya, no puedo aguantar más ?suplicaba
- No seas malo conmigo, necesito tenerla dentro de mí, - pedía
Pero yo no quería hacerlo allí, aquello era producto de la excitación y yo necesitaba follarme a Marta en un lugar digno de una princesa y además teníamos que disfrutar mutuamente.
- Vamos a casa y allí ya veremos cómo y dónde, - contesté
Marta se enfadó un poco por no hacerlo allí mismo, me acerqué y la di un beso en toda la boca, nos besamos con ansia y decidimos que aquel no era el sitio apropiado.
Fuimos andando hasta mi casa y por el camino no dejamos de meternos mano, yo tocaba a Marta todo su cuerpo, tenía un cuerpazo y quería disfrutar de él, la besaba, saboreaba esa boca y esos labios y pasaba la mano por sus tetas redondas y perfectas, duras con unos pequeños pezones que a su vez estaban como piedras de duros, los cuales se transparentaban a través de la tela del vestido, estaba deseando llegar a casa y tenerlos en mi boca, pasar la lengua por las aureolas rosadas y lamer delicadamente esos pezones, con la punta de la lengua haciendo círculos y terminar con una pequeña chupada y un pequeño mordisco. Creo que no me equivoco si digo que Marta era la mujer más sensual que había conocido, todo en ella era provocación y lujuria. Tenía esos pechos que eran sublimes, el culito era una autentica invitación a ser penetrado, tan redondito, tan bien formado, tan trabajado y para finalizar ese coñito que tenía Marta era una bendición, con esos labios y ese clítoris tan apetecibles, del cual manaban aquellos flujos tan abundantes que sabían a gloria, hubiera estado toda la vida pasando la lengua a semejante tesoro.
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