So Beautiful

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De repente lo veo todo sucio y desordenado. No lo puedo evitar y me he puesto a limpiar y a ordenar la casa de arriba abajo como una loca. Precisamente a mí, que siempre encuentro algo mejor que las tareas domésticas, a mí, me ha dado por ahí. Fíjate tú por dónde.

-Para ya ¿no?- me dices mirándome como si me hubiera vuelto loca.

-Vale, ya lo dejo; vamos a comer anda- te digo mientras pienso que sí, que se me ha ido la cabeza totalmente.

Al poco rato de empezar, así sin avisar, ocurre. Aún no sé qué está pasando; no puede ser, no toca todavía. Faltan 6 semanas, será una falsa alarma.

-Que… no sé qué pasa, pero tengo el pantalón empapado- te suelto.

 Blanco, te has quedado blanco al mismo tiempo que abres los ojos como platos mientras dejas la cuchara que te estabas llevando a la boca en el aire, como si alguien le hubiera dado al “pause”.

- ¡Ay Madre! venga, pues vámonos ¿no?, para el hospital digo.

-Pues no sé, espera que me duche por lo menos y que me arregle un poco, que menudas pintas tengo.

-Pero ¿Qué dices?!! Como te vas a poner ahora a ducharte, ¡vámonos YA!

De los nervios, estás de los nervios; así que decido hacerte caso no vaya a ser que te dé un ataque o algo. Encima el ascensor está roto y nos toca bajar los 8 pisos andando. Yo la verdad es que estoy de lo más tranquila, no me duele nada. Esto no es para tanto después de todo lo que me han contado, y mira que te cuentan cosas, no precisamente agradables. La gente, que tiene ese tacto.

Al final llegamos a urgencias y me suben a una sala a la espera de meterme en observación. Sola. Delante de mí hay una chica a la que se le ha roto el preservativo y viene a por la píldora del día después. ¡Pobre!.

Me toca ya.

-Pasa por aquí bonita; toma, ponte esto ahí detrás y túmbate. Ahora te miran.

Muy dócil yo, porque no sé porqué cuanto tengo un médico delante o algo que se le parezca me vuelvo pequeñita, hago lo que me piden sin atreverme a hacer las mil preguntas que me pasan por la cabeza.

-Vale, está todo bien. Te quedas a pasar la noche. Enseguida te llevan a la habitación.

“¿Está todo bien?” ¿Qué dice esta mujer? Si estuviera todo bien yo me iría a mi casa y no volvería hasta dentro de 6 semanas que es cuando tendría que estar aquí, el 6 de marzo, y no el 25 de enero. ¿Cómo va a estar todo bien? Hace un momento estaba de lo más tranquila y esta mujer ya me ha puesto de los nervios.

-Qué…..¿Qué te han dicho?, ¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Te duele?

- No me duele, estoy bien- te digo mientras te paso la mano por la frente para intentar calmarte. –Que nos quedamos esta noche.

Me abrazas y sé que todo va a salir bien; porque estás ahí; y no tengo miedo. Tú sí. Yo ninguno porque estás conmigo.

El dolor aparece, viene y se va, y cada vez tarda menos en volver; hasta que mis gritos empiezan a oírse más allá de la tercera planta y aparece el anestesista. No sé qué me ha dado pero ya no me duele. Cogida a tu mano y sintiendo como me acaricias la cabeza y me susurras al oído me duermo, aunque no sé por cuanto tiempo.

El ruido y el trajín de enfermeras y médicos entrando en la habitación me despiertan. Estoy atontada aún, y todo es un poco confuso. Un celador me saca de la habitación corriendo y al fondo del pasillo, desde la camilla te veo, con un traje verde de esos que salen en las series de médicos y una mascarilla que solo deja ver tus ojos asustados, brillantes, emocionados. No puedo ver tu boca pero sé que me estás sonriendo.

Entramos en la sala y me suben a la mesa, tú sin moverte un milímetro de mi lado, sin soltarme la mano ni un momento, sin parar de decirme “tranquila, todo va bien; estoy aquí”.

-Venga guapa, vas a hacer lo que yo te diga. Esto está hecho, está aquí ya y en su sitio. Así que coge aire y cuando te avise empujas. Uno, dos, tres… ¡AHORA!

Siento que me voy a partir por la mitad, de verdad que no salgo entera. Mi cuerpo no lo va a soportar.

-Muy bien, ya casi la tenemos. Respira. Un, dos, tres…. Otra vez ¡EMPUJA!

Ahora sí que me rompo; van a tener que recoger todos los pedazos que debe de haber de mí esparcidos por todas partes. Aún así no lo puedo evitar y sigo empujando con todas mis fuerzas y con las que me estás dando “Venga Ale, ya está, lo estás haciendo muy bien”. Entonces la oímos: llora. La vemos, es preciosa. La ponen sobre mi cuerpo, siento su piel suave sobre la mía. Y los dos estallamos en risa y en llanto a la vez, sin poder para de reírnos, sin poder para de llorar, sin poder para de mirarla.

 


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