Se despidió de su marido y de sus dos hijos. No quería dramas. Habían llorado en febrero, juntos, pero ahora, en julio, las lágrimas estaban prohibidas, igual que las escenas más porpias de las tragedias griegas. La muerte llegaba sigilosa, respetuosa, silenciosa. En los ojos de María Fernanda había todavía un sitio para que la vida se acomodara y encontrara el más hermoso recuerdo. María Fernanda se ve en los brazos de su madre Guadalupe. En Jerez de García Salinas cayó la noche. Con el paso de los años, la niña ya no necesitaba los brazos de Guadalupe. Joven, morena, guapa y altiva, mostraba con felicidad calles bulliciosas, casas tradicionales que deslumbraban, plazas, iglesias y portales. Los amigos habían decidido pasar el fin de semana y el domingo por la tarde regresarían a Zacatecas. Fue en ese instante cuando un Volkswagen Jetta le borró la sonrisa, la empotró contra una pared y, de repente, en sus ojos nació una oscuridad fría, infinita.Oyó la voz de un hombre: "Me gustó el asado de boda y las gorditas de frijol". Todo se rompió por dentro de María Fernanda. El Santuario de Nuestra Señora de la Soledad quedaba cerca de su casa. Y en ella en el suelo, no muerta, pero ahora sí.
.........................
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales