LOS ANALES DE MULEY(1ª PARTE)(7)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 24/05/2015, clasificado en Varios / otros
1067 visitas
X
Aquel día del mes de julio,
cuando el alba despunta
y su tenue luz disyunta,
me desperté azorado,
busqué alguna pregunta,
más estaba asustado.
Aquel fuerte ruido
de mis sueños me apartó,
Morfeo de mí se alejó
dejándome sudoroso
y su fantasía voló
sobre campo misterioso.
Sentado sobre la cama,
Inquieto, con pavor,
noté correr el sudor
por mi faz desencajada;
todo era abrasador
y mi acción fue callada.
Reaccioné de inmediato.
Salí fuera corriendo,
mi vista fue recorriendo
aquella imagen dantesca
y fui comprendiendo
la situación pura, fresca.
Contemplé la casa grande,
había gente desbalijando
y su interior quemando,
se llevaban lo habido,
todo lo iban requisando
al son de un alarido.
Aquello era un caos:
gritos y carreras había,
la gente por doquier corría,
todos algo encontraban,
todos algo llevaban,
más mi corazón se partía.
Todo lo iban destrozando.
Lo sembrado en la huerta:
hortalizas, sus verduras?.
La hacienda estaba MUERTA,
más seguían con la reyerta
gentes que parecían puras.
¡Y cayeron lo frutales!
¡La alegría de la hacienda!
Eran cómo la rienda
que al caballo conduce,
fue sustento, merienda,
gracias a lo que produce.
Mi indignación era grande,
esas personas delinquían
y delincuentes parecían;
todo estaba calculado,
pienso yo, porque creían
en el botín saqueado.
Y no respetaban nada,
ni aquella pobre mujer
que tanto dio de comer,
pues tanta hambre quitó
que su sano padecer
todo aquello se olvidó.
Allí estaba ella, mi madre,
Impávida y callada,
con su lánguida mirada,
fija, sin parpadear.
Vio su casa saqueada,
de pena olvidó llorar.
Allí se quedó inmóvil,
solo una frágil brisa
removía su cabello
ahogando su sonrisa
de incauta premisa,
su expresión fundía lo bello.
Ni suspiró ni lloró.
Contempló toda la escena
y sintió mucha pena
cuando reconoció a gente,
pero tranquila, serena,
fue casera prudente.
No comprendía el por qué
cómo gente que llamó
a su humilde morada,
su puerta abrió
y mucha hambre quitó,
sisan y no dejan nada.
Yo, al verla tan erguida,
ver su enjuta figura
con su impasibilidad,
corrí hacia su vestidura,
a su lado, por ventura,
demostré mi lealtad.
Era todo un gran desmadre,
pues todo lo requisaban,
lo destruían o quemaban;
niños, mujeres?adultos,
improperios gritaban,
vociferaban insultos.
Me daba miedo oí
palabras tan mal sonantes
con semántico sentido;
todas eran repugnantes,
insólitas, ofuscantes,
solo en su contenido.
Xl
Absortos en nuestro tiempo,
vimos cómo sobresalían
algunos hombres armados,
eran soldados que corrían,
más pensé que desaparecían
sobre los amotinados.
Todo fue un espejismo
en mi insólita mente,
pues aquellos milicianos
iban juntos a la gente
que robaban al pudiente
y se gritaban: ¡hermanos!
Aquella masa ululaba
frías consignar por doquier
y los gritos libertarios
parecían oscurecer
aquel bello amanecer
de colores legendarios.
Cada vez había más gente,
más milicianos entraban
y todo lo rastreaban,
ningún rincón de la hacienda
quedó sin su encomienda,
más todo lo controlaban.
Era una organización
bien desorganizada,
una acción planeada
que él pueblo, hambriento,
buscó su hábito contento
de odio y envidia preñada.
Era nuestro lamento
un llanto de gran dolor,
pues todo era confusión
creyendo en el pundonor,
nunca creí que el honor
fuese una humillación.
El vulgo es incontrolable
si el hambre es su premisa,
toda persona precisa
sosiego y hastío
paras no ser indecisa,
y así calmar su vacío.
Busca su presa el cóndor,
busca con ahínco su pieza
y mata con gran destreza,
su red hecha el pescador,
el hombre es instigador,
más en su piedra tropieza.
La luz clara de aquel día
mostró la realidad
fundida en una verdad
difícil de entender,
fue tanta mi nulidad
que ahogó mi frágil ser.
No comprendo al ser humano,
siendo un ser racional
con un alma inmortal
capaz de razonamientos,
expone lo personal
en estos crudos momentos.
Tengo edad de comprender,
camino por la pubertad,
sé dónde está la verdad
y deploro la mentira;
la perfidia aflora mi ira,
más calla mi voluntad.
Se ha quemado mi infancia,
mis juegos y mi alegría,
la gente, con su alegoría,
ha espaciado su semilla
de odio en la otra orilla
que crecerá algún otro día.
Tengo mi corazón roto,
mi ánimo va por el suelo,
no encuentro consuelo
que alivie mi pena,
quisiera correr un velo
y borrar esta escena.
Adiós digo a la amistad
fácil de conveniencia,
le pido a mi conciencia
que acate mi voluntad
y apelo a mi paciencia
para aclarar la verdad.
Porque nadie queda libre
de la fuerza del destino,
pues todo es paulatino
y la mentira florece;
el gorrión, sin su trino
de alegría carece.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales