EL AMIGO DE MI HERMANO. II

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Lo aparté cómo pude empujando su pecho inútilmente, me tenía acorrala contra los lavabos y su boca con sabor a champán volvió a fundirse con la mía.
 
Sí, fundirse.
 
Porque yo lo permití, porque abrí paso a mi boca para dar bienvenida a su cálida lengua que encajó con la mía cómo si de toda la vida se conociesen.
 
- ¿Qué haces Brian? - Pregunté entre beso y beso con la poca respiración que mantenía mi capturada boca.
 
- Follarte.
 
Desabrochó su camisa color cielo mientras yo me cuestionaba porque no lo hacía parar. ¿Follarte? ¿Qué respuesta era esa? ¿Por qué ahora después de tanto tiempo y con tantas ansias?
 
- ¿Por qué ahora? - Pregunté dando rienda suelta a mis pensamientos.
 
- Porque llevo toda la noche observando cómo te contoneas y me provocas. - Su voz sonaba tan sexi, tan ronca... que no pude evitar que la mía sonara igual de excitada. Aparté sus labios de lo míos un segundo para hablar.
 
- Yo no te provoco, ni si quiera advertí tu presencia.
 
- Lo sé cariño, no lo haces intencionadamente - cogió mi mano y la llevó a su gran bulto- pero mira como me la tienes, como siempre desde que te pillé observándome en la habitación de tu hermano hace tantos años.
Lo masajeé sin poder controlar un gemido cuando subió pasional-mente mi largo vestido y acarició mis muslos.
 
- Te voy a confesar algo... - sus labios carnosos comenzaron a rozar el lóbulo de mi oreja y su lengua lo masajeaba - aquella noche, tras marcharte, te seguí sigilosamente hasta la habitación y escuché tus pequeños gemidos mientras te tocabas.
 
Mis ojos se abrieron ante su confesión y mi coño chorreaba literalmente con sus palabras que me excitaron más aún.
 
- ¿Y sabes qué? - Preguntó de nuevo mientras me subía sentada a los lavabos y se inclinaba ante mi coño - yo me pajeé en la puerta, pensando en tu coñito virgen y apretadito.
 
Pegó el primer lengüetazo a mi ya, hinchado clítoris. Gemí de placer y decidí disfrutar del momento más esperado de mi vida, sin pensar en Javi ni en quien pudiera entrar y pillarnos.
 
- Lo hice cada noche pensando en ti, me la tocaba imaginando follarte de mil y una maneras. Pero sólo pude imaginar. Eras menor de edad, no podía acercarme a ti Sarah... no de la manera que yo quería.
 
Chupó más, añadiendo sus dedos a la danza de su maravillosa lengua haciendo que sus dedos sonaran húmedos por mi culpa.
 
Hablaba mucho, pero sabía  compaginarlo genial con comerme el coño.
 
- Sabes genial, mejor que en mis fantasías- dijo mostrándome de nuevo sus ojos brillantes. No quería verlos, quería que se ocultaran entre mis piernas.
Agarré su pelo rizado y empujé su cabeza hasta mi coño, obligándolo a darme placer hasta que me corrí fuertemente en su boca mientras por fin, gritaba su nombre.
 
Se incorporó mirándome a los ojos mientras desabrochaba su pantalón gris y sacaba la bestia que guardaba dentro de aquel habitáculo asfixiante. Sonrió al ver mi cara de asombro.
 
- No te asustes nena, ya no tienes un coñito virgen, aunque sí muy apretadito. Se agachó a darle otra rápida lamida y subió a mi altura para besarme mientras despacio se acomodaba entre mis piernas, penetrándome tan sutil, que notaba como cada centímetro de él me llenaba.
 
El ritmo aumentó a la vez que los bocados que propinaba a mis sensibles pezones a través del vestido, haciéndome gemir de placer sin controlar mi tono de voz.
 
Miré su rostro mientras me follaba duro contra el lavabo. ¿Qué hacía? Yo amaba a Javier ¿Por qué permitía esto?
 
A quién quiero engañar, la culpabilidad se marchó de mi mente cuando Brian me comenzó a embestir cómo un salvaje haciendo que me corriera varias veces.
 
-Déjame correrme en tu boca por favor Sarah. Cumple mi más ansiada fantasía.
Y lo hice, lo hice porque el cumplió la mía después de once interminables años, dejándome anonadada tras su gran orgasmo en mi boca.
 
***
- No te vayas Sarah, ahora no por favor, llevo muchos años queriendo esto, no te puedes ir ahora.
 
- Lo siento Brian, se me hace tarde, mi marido me espera y estará preocupado.
 
Y me marché, dejándolo allí plantado como tantas veces me había dejado él a mí, no sin antes susurrar aquella palabra que siempre quise dedicarle a él.
 
-Te quiero.

 


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