Camino a mi perdición.
Por Malu Ramírez
Enviado el 03/06/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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A decir verdad nunca estuve preparada para un encuentro así. A pesar de llevar casi dos meses organizando todo para el encuentro con mi amo, el verlo de frente fue todo menos lo que esperaba.
Él, todo un hombre de mundo con un metro setenta y cinco cm. de estatura, cuerpo atlético y bien proporcionado, hombros anchos listos para abrazar y proteger, piernas largas de futbolista en las que cualquiera desea enredarse y jamás soltarse. Que decir de su mente aparte de perversa y lasciva es de aquellas bien entrenadas en todos los aspectos, un hombre culto hecho a medida.
Para nuestro primer encuentro quedamos en un bar; él, vestido con playera negra y jeans parecía un hombre realmente peligroso, de aquellos que quitan el sueño de sólo verlos, de los que las madres siempre quieren proteger a sus hijas y que secretamente no sacan de sus pensamientos ni de su cama. Yo con una falda corta negra, medias negras de red, blusa blanca de seda de manga larga y botonadura hasta el cuello, vestida como una niña buena recién salida de la oficina y que va a un lugar así sólo por acompañar a las amigas pero queriendo quedarse en casa.
Quedamos en encontrarnos a las 8:00 p.m. en ese lugar todos nuestros encuentros anteriores habían sido sólo virtuales, vía chat o video llamadas, tenía los nervios a flor de piel pues no sabía si era lo suficientemente buena para mi amo, no sabía a ciencia cierta si había seguido todas sus indicaciones, sus enseñanzas, si pasaría el examen que me tenía preparado para ese día.
Llegué a la barra y pedí una cerveza como si no le hubiera visto, me puse a jugar con un mechón de cabello nerviosamente, sentí su mirada sobre mí, debía actuar con la naturalidad de una chica que no desea ser vista por nadie, le di un trago al amargo líquido refrescando un poco mi seca garganta, tosí algo por lo frío de la cerveza, y esperando no llamar la atención de nadie más me dediqué a picar un poco de la botana que el mesero había colocado frente a mí y jugando con mi cabello, en el reflejo del espejo pude observar que me miraba.
Esa mirada era impenetrable, no sabía si aprobaba lo que a sus ojos yo era, me mordí el labio como cuando era pequeña y estaba nerviosa, bajé la mirada y me acomodé la falda corta tratando que fuera un poco más larga y de repente sentí que alguien se colocaba a mis espaldas y me tomaba por el talle, escuché una ronca voz en mi oído diciendo cómo deseaba desnudarme frente a todos y tomarme fuertemente hasta hacerme gritar de placer yo, paralizada por el miedo solo acerté a arremolinarme en la butaca en la que estaba sentada, pidiendo que mi amo fuera a rescatarme y sin levantar la mirada le pedí que me soltara, deseando salir corriendo del lugar me armé de valor y tomé la mano del hombre que me sujetaba, intenté retirarla de mi cuerpo pero su mano se ciñó más fuertemente, con su otra mano tomó mi rostro y me besó.
Su mano comenzó a jugar en mi pecho encendiendo mi pezón inmediatamente, la blusa de seda parecía ser sólo una extensión de mi piel en lugar de una barrera, mis ojos abiertos desmesuradamente por la sorpresa del apetito que un extraño desataba en mí con solo un roce me sorprendió, como pude observé por el espejo colocado detrás de la barra y mi sorpresa fue mayor al ver mis ojos vidriosos por el deseo y el causante de ello: mi amo.
Mi boca se prendió de la suya, y entre suspiros de alivio de encontrarme entre sus brazos y no de un desconocido lo dejé llevarme lentamente hacia la puerta jugueteando conmigo, toqueteando mi cuerpo, llevándome al límite de la necesidad carnal que durante dos meses había hecho presa a mi mente.
No supe cómo llegamos al hotel, mi mente perdida en los sentimientos que el hombre me causaba hicieron que me concentrara solo en sentir y desear más de él quería agradarle, ser todo lo que esperaba de mí, que mi entrenamiento para esa primera vez fuera más que eficiente yo quería desnudarle y comerlo a besos, deseaba recorrer su piel con mis manos, con mi lengua y él sabiéndolo me lo impidió.
Me hizo mostrarle el atuendo que llevaba, analizando cada uno de mis movimientos y mis prendas, me despojé lentamente de la falda y la blusa, la lencería de un encaje blanco virginal comprado expresamente para ese momento de entrega total a mi señor relucía en mi piel. Cada poro de mi cuerpo se encendió al ver su mirada lasciva, pero yo no debía moverme, giré como él me lo pidió y comenzó a vendarme los ojos. Me tumbó en la cama boca abajo y tomando cada una de mis extremidades me ató fuertemente, comenzó a acariciarme, introdujo sus dedos entre las bragas abriéndose paso a mi ya dilatada flor, acariciando suavemente, sabiamente su mano hizo presa de mi vagina y mi clítoris, ordenándome aguantar lo más que pudiera sin proferir ningún gemido, arrancó la lencería y después de otra sesión de caricias me introdujo una cola de zorra por el culo. La sensación del aditamento dentro de mí fue bastante peculiar, y aunque había hecho varias veces algo similar a solas el saber que él lo hacía y me veía excitaba mucho más mi mente y mi cuerpo, sacó una fusta repasando mi cuerpo con ella; sin anunciarse enterró su miembro erecto en mi vagina, poseyéndome una y otra vez tan fuertemente que me hizo gemir y gritar. Mi cuerpo comenzó a sacudirse del enorme placer que sentía y ya sin fuerzas para nada más que abandonarme al más puro placer jamás sentido estallé en mil pedazos en un orgasmo monumental.
Siguió jugando en mí, haciéndome gritar, y pedir más de él, el placer de sentir la fusta de mi amo por mi cuerpo acariciando con suaves golpes hacía que me estremeciera sacando orgasmo tras orgasmo, me desató y me hizo girar, mis manos vagaron por su piel, al fin podía tener el placer de sentirlo, de abrazarlo, de besarlo, me hizo montar en él y en rítmico y fuerte movimiento de sus caderas se vació dentro de mí.
Fue tal el impacto de sentirlo de esa forma que al mirarlo a los ojos de un café dorado le entregué más que mi cuerpo: mi alma ya era toda suya, el camino a mi perdición ya estaba marcado por ese sentimiento que comenzaba a surgir por mi señor.
Malu Ramírez
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