Allí estaba yo, sola, rodeada de tanta gente pero tan sola...envuelta en un silencio que acallaba todas las voces que escandalosas flotaban en el aire. No sé por que me eché a andar, a las tantas de la madrugada, ni se por qué había acabado allí, en una discoteca abarrotada de personas exultantes por el alcohol y la noche. Ese momento era tan extraño...la tristeza que me pesaba tanto se mezclaba con una confusa euforia que no sabía de dónde provenía. Y ambas luchaban fuerte, para ver quien sería la vencedora. Me rendí. Decidí que ese momento sería sólo y exclusivamente mío. Me sentí libre de cargas por un instante. Quería dejarme llevar. Pero claro, para ello necesitaba un empujoncito. Definitivamente tenía que beber algo. Inconscientemente fui a pedirle al camarero más guapo del bar. Guau, vaya ojazos verdes, piel morena, cuerpo de infarto...me subió la temperatura en un segundo y sin querer. Le pedí 2 chupitos de tequila, esperando que me concediera el honor de acompañarme en tan fuerte trago. Y así fue. Dos golpecitos en la barra, sal en la mano y limón preparado. Dulce amargor. Mientras tragaba, sentía su mirada intensa, ardiente, como si con ella pudiera tocarme, como si con su boca pudiera besarme, aún estando a cierta distancia.
-Cómo te llamas?-le pregunté atreviéndome demasiado, esa no era yo.
-Soy Mike, y tú? madre mía, era posible que hasta con su voz me excitara tanto?
-Me llamo Mara, me pones otro más por favor?-Me sonrió. Me hizo temblar de arriba abajo. Necesitaba algo frío sin lugar a dudas. Sentía que podía emanar humo de un momento a otro.
En seguida tenía otro vasito a mi lado, el cual engullí en un segundo. Y así hasta 4 seguidos. Ahora sí me sentía totalmente libre, feliz, desinhibida, atrevida,...hasta caliente.
Mike iba y venía, pero no me quitaba ojo, a pesar de todas las bellezas que allí había, tan maquilladas, descotadas, lujuriosas...ya sabía yo que no era la única que se había fijado en él. Todas le sonreían como muñequitas vacías. Uf, no podía con aquello, me haría vomitar. Eran como ganado a la espera de que una sola tuviera el privilegio de ser la elegida. Yo no era un objeto para la colección de nadie.
Me dirigí al centro de la pista, y empecé a bailar como nunca lo había hecho, sin tener nada ni a nadie en mi mente, sin importarme en qué pensaría la gente, en quién me estaría mirando...y cerré los ojos. Me dejé llevar. Sonaba una de mis preferidas, We found the love...buena música del momento. Estuve un buen rato a la deriva, disfrutando, relajada. Cuando abrí mis ojos, allí estaba él, a lo lejos, frente a mí pero separado por una marea de gente que hacía cola tras la barra para saciar su sed. Su mirada sobresalía de todo lo demás, sentía que quería estar ahí conmigo, bailando, rozándonos, besándonos...definitivamente necesitaba echarme agua fría por todos lados de mi cuerpo. Así que me dirigí al baño.
Entré y no me lo podía creer, dada la hora que era y que debería haber una cola de cojones, esta vacío. Perfecto, un poco de intimidad para bajarme el calentón...preciado regalo. Allí sola, frente al espejo, me observé con mucha atención. Definitivamente esa noche tenía dos yo, mi persona real y su completa desconocida. Era como un ángel que reflejara al mismo Satanás. Me llené las manos de agua y me la eché en la cara desesperadamente, intentando borrar a la que no debía estar ahí, apagar el fuego que esa intrusa desprendía en mí...
Mi cara no estaba nada mal, dado que no me había preparado para la ocasión. Todo surgió improvisadamente. Pero estaba, como se suele decir, potable. Morenita por el sol, ojos verdes, labios carnosos, cabello moreno y rizado...A los tíos les solía gustar bastante. Eso se nota en sus miradas. Mi cuerpo tampoco estaba nada mal, pechos grandes y firmes, delgada pero con curvas y carne donde coger. Quizás podría ser más alta. Pero no había nada que unos buenos tacones no pudieran arreglar. En ese momento llevaba sandalias de cuña, por lo que no enseñaba mi estatura. Buena forma de engañar un poco a la realidad. (continúa)
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