- Dile a tu hermano que te lo ponga en el trasto ese infernal que tiene en la habitación.
- No puede abuelo, para verlo necesitas conexión a Internet y mami nos dijo que no podía ser hasta que papá tuviera un trabajo estable.
- Yo hablaré con tu madre, a ver si podemos poner Internet con la extra que me dan para verano. Le digo mientras preparo un Cola Cao.
- No te enteras abuelo, para tener Internet en casa tienes que pagar todos los meses una cantidad de dinero y mami dice que no quiero contratos por si pasa algo.
- Tu madre siempre tan precavida, anda coge el desayuno y corre a ver los dibujos que se te van a pasar.
- Gracias abuelo, se me había pasado la hora y casi no veo el inicio del capítulo. Dice mientras sale como un rayo hacia el salón.
Un chico curioso mi nieto, un chaval que se ha peleado con su maestra por mandarle libros de ?El Barco de Vapor? acusándole de querer idiotizar su mente con semejantes sandeces (palabra que utilizó el propio chico) y que está obsesionado por una serie de dibujos en la que un niño se convierte en bichos de colores; por muy listo que sea, al fin y al cabo sigue siendo un niño.
Los ronquidos de mi hijo han cesado, creo que es hora de terminar el café y dejar al crío a su cargo. Me gusta tomar el fresco de la mañana y los primero rayos de sol, que son los únicos que no penetran mi piel hasta quemar mis órganos.
- Buenos días viejo. Dice una voz ronca desde la lejanía.
- Buenos días hijo, acuérdate de bajar la tapa cuando termines. Me río con el modo silencioso puesto.
- Tú siempre tan gracioso. Se escucha de fondo.
Mi hijo entra en la cocina, me quita el sombrero y me besa mi preciosa calva bien hidratada.
- Que costumbre la tuya, parece que estás enamorado de mi cabeza.
- Es puro vicio padre, esa calva está demasiado suave para ser real.
- Eso es por la loción que me compra tu mujer.
- Hablando de mi mujer, ¿Has quitado el cenicero del crío?
- Sí. Le digo mientras termino el café
- Le voy a dar de hostias, a ver si así se le quita la costumbre de fumar. Anoche cuando me levanté a mear lo escuche jugando a la maquinita y fumando como un puto condenado a muerte.
- Hijo, cuanto más le prohíbas más lo hará.
- Tiene que aprender quien manda aquí. Me dice con el puño en alto.
- Relájate y coge una taza para el café anda, que no es bueno levantarse con mala hostia.
- ¿Me has guardado del tuyo? Estoy hasta los cojones de las cápsulas esas de mierda que Montse compra en el supermercado, es pura basura enlatada.
- Ahí queda un poco, pero recuerda coger una de la basura y dejarla encima de la mesa para que parezca que has tomado.
- No te preocupes. Hoy voy a salir fuera de la ciudad, a ver si en el polígono necesitan gente. Dice mientras apura la cafetera y vuelca la leche condensada.
- ¿Quieres que te acompañe? Le digo mientas me pongo en pie.
- No hace falta viejo, ya soy mayorcito para conseguir mi propio trabajo y mantener a mi familia.
De nuevo el león herido muestras sus garras para resaltar ante todo el mundo que él solito es capaz de mantener a su familia y puede sacar adelante a todos sus miembros. Como buen padre no quiero herir su orgullo, pero la realidad es que sin mi casa y mi pensión hace tiempo que esta familia estaría durmiendo en la calle.
- No lo pongo en duda hijo, pero ya sabes que me aburro mucho por aquí y siempre me trae buenos recuerdos entrar en una fábrica.
- Tu quédate mejor viejo, que voy a ir a todo pistón por las fábricas y tu ya no puedes andar deprisa. Dice mientras se bebe de un trago el café ardiendo.
- Muy bien hijo, ahora si me permite me bajo al parque a tomar un poco el fresco mañanero. Digo mientras pongo rumbo a la puerta de la calle.
- Ten cuidado por ahí viejo, que a estas horas todavía queda algún bala perdida.
Vuelvo a tener el problema de todos los días, el ascensor está de nuevo estropeado y la comunidad de vecinos ha mandado una circular informando de que no se atisba un arreglo hasta que varios de los inquilinos se pongan al corriente de pago. Cuando no hay dinero lo primero que se deja de pagar es la comunidad y en esta ocasión tiene pinta de que el ascensor estará muchos días averiados.
Sin resuello y con temblor en las piernas consigo alcanzar el portal del edificio, tres pisos parecen una eternidad cuando tus rodillas tienen vida propia y no responden a las órdenes que les da tu cabeza. En el rellano me cruzo con Ginés, un hombre soltero que vive con su madre toda la vida y que trabaja en el ayuntamiento.
- Buenos días señor Pedro. Me dice mientras sale acelerado del piso.
- Buenos días le alcanzo a decir antes de que su brillante camisa blanca salga del edificio.
Por fin puedo respirar el aire limpio de la mañana, con las pocas fuerzas que me quedan me dirijo a mi banco del parque, ese que está puesto en la orientación adecuada para poder apreciar los primeros rayos de sol. Nada más sentarme pude ver como Aurelio venía también a disfrutar de este momento.
- Buenos días Pedro. Me dijo mientras se sentaba.
- Buenos días Aurelio, ¿Cómo te encuentras esta mañana?
- Estoy preocupado Pedro. Me dice mientras aprieta fuerte su gayada.
- ¿Qué ha pasado?
- Mi yerno se fue ayer a buscar trabajo y todavía no ha venido, tengo a mi hija de los nervios en casa llamando a todos sus amigos.
- ¿Le habrá pasado algo?
- Ese se ha quedado durmiendo en el coche después de la borrachera de anoche. No es la primera vez que nos lo hace.
- ¡Madre mía Aurelio! esta crisis nos está matando.
- Y que lo digas Pedro, no sé lo que pasará el día que faltemos.
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