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- Muérdeme los labios y dime a qué te saben - susurró desnuda pasándose unas cerezas por la boca y chupándolas con lascivia.
Él se acercó, tomándola por la cintura, y de un mordisco se los arrancó dejando a la vista toda su mandíbula. Después sacó un pañuelo y le limpió con ternura la sangre que le brotaba por la barbilla.
Ella, sin tan siquiera intentar hablar, le observaba excitada masticarlos.
Él se los tragó y dijo - Supongo que así saben los labios del vecino pero sé que no volverá a ocurrir, ¿verdad, mi amor? -.
http://cuentosnsk.blogspot.mx/2015/05/lujuriosa-cereza.html
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