"Rostros ocultos" 2ª Parte
Por Casas Reales Desnudas
Enviado el 10/12/2011, clasificado en Intriga / suspense
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El tipo colocó su espalda pegada a la pared, tras una hilera de buzones que pendían de la parte interior de la entrada al edificio, y que ayudaban a camuflar su silueta. No era la primera vez que hacía aquello y sabía demasiado bien como hacerlo, allí cobijado esperaría a que su presa pasase ante el.
Unos instantes después la mujer cruzaba ante el portal, una mirada fugaz con el rabillo del ojo no le permitió distinguir aquella figura siniestra que se hallaba oculta en la oscuridad y que se despegó de la pared apenas ella hubo pasado.
Se le acercó sigilosamente por la espalda, el acero de un cuchillo militar botero, con una hoja de 12,5 cm y sierra en su lomo, resplandeció por un instante al ser alcanzado tenuemente por la luz de una de aquellas farolas.
.-¡Estate quieta puta!. Si te mueves o gritas te rajo el cuello.- A pesar de que las palabras del merodeador apenas si fueron un susurro, a ella le sonaron como la tajante orden de un sargento de la legión. Se detuvo en seco al sentir el frío filo del arma que sin llegar a rasgarla oprimía fuertemente su garganta.
.- ¡Por favor no me hagas daño, te daré el dinero que llevo pero no me hagas daño!.- Suplicó con aquellos rasgados ojos ahora abiertos como platos.
.- ¡Callate o te mato aquí mismo zorra!.¡Pon las manos en la espalda!
Ella obedeció si rechistar, el tipo colocó habilmente unas esposas alrededor de sus muñecas con su mano libre, apretándolas lo suficiente para que no pudiese zafarse de ellas. Apenas en unos segundos se encontraba esposada a la espalda y con algo parecido a una pelota de ping pong metida en la boca, la correa que formaba parte de aquel artilugio sado-masoquista colocada alrededor de su cabeza oprimía la bola impidiendo que la mujer pudiese expulsarla. Una bolsa de la basura de color negro sobre su cabeza la sumió en una oscuridad total.
El tipo la agarró fuertemente del brazo y tiro de ella.
.- ¡Camina!.- Le ordenó.- Pórtate bien y podrás contárselo a tus nietos.
La mujer temblorosa se dejo guiar, cruzaron los escasos metros que les separaban de la otra parte de la calzada, el tipo abrió el portón trasero de un citroên c4 picasso de color gris y maniobró con la mujer hasta dejarla en posición fetal en el interior del vehículo.
.- No se te ocurra dar patadas ni hacer el mas mínimo ruido o te juro que no lo cuentas.- Aquellas palabras susurradas al oído produjeron un efecto balsámico en ella que había comenzado a retorcerse y a emitir algunos sonidos ininteligibles.
Sus ojos no soportaron la luz de aquel foco, que sobre un pie metálico y con una base triangular, se encontraba dirigido a ella al serle retirada la bolsa de plástico, los cerró fuertemente al sentirse heridos por aquella luminosidad repentina. Otros dos puntos de luz de las mismas características se hallaban situados a ambos lados, pero fue, el que se hallaba frente a ella el que le obligó a cerrar sus parpados.
Había transcurrido aproximadamente una media hora desde que había sido secuestrada, tras un viaje de unos quince minutos algunos de los cuales fueron sobre un firme irregular por el traqueteo que el vehículo sufría, este se detuvo y el sonido de una puerta automática de garaje llegó hasta los oídos de Gina, de nuevo el auto se puso en marcha y rodó unos metros. Definitivamente se detuvo y el sonido del motor cesó. El silencio fue roto de nuevo por la puerta que debía estar bajando.
Se abrió el portón del automóvil y y tras sacarla de su interior fue prácticamente arrastrada por aquellas fuertes manos. Su cuerpo tembloroso se dejo conducir.
Algo detuvo los rayos de luz provenientes del foco y la mujer pudo abrir sus ojos. La figura de un tipo alto se había interpuesto entre el foco y su rostro. No podía distinguir sus facciones, pero si, que se trataba de un hombre musculoso y que se encontraba totalmente desnudo, al igual que ella, que ahora estaba sobre un lecho con sus muñecas y tobillos fuertemente atados a los barrotes de hierro del cabezal y los pies de la cama.
Aquel cuerpo de unos noventa kilos de musculo puro se posó sobre ella y ambos rostros quedaron muy próximos uno frente al otro. El antifaz que llevaba puesto sobre su cara no evitaba ver que poseía unos rasgos marcadamente varoniles.
.-¡Te voy a reventar puta!.-
Tras haberla sometido en aquella posición decúbito supino y cuando toda resistencia había desaparecido, tal vez porque la mujer había comprendido que no tenía nada que hacer ante su agresor, este soltó sus ligaduras, la volteó como si se tratase de un simple fardo, apretó con una mano la cabeza de ella quedando su mejilla literalmente aplastada contra la almohada y las palmas de sus manos también apoyadas en ella, le pasó su mano libre por debajo del vientre y la izó dejando sus nalgas en alto. La pelota de ping pong que aún llevaba en su boca apenas si le permitió producir una serie de sonidos indescifrables.
Marta firmó los documentos que su secretario personal había colocado ante ella y el hombre salió del despacho. Se echó hacia atrás en su butaca, la hizo girar quedando frente al ventanal, la persiana extrusionada de lamas orientables le permitían observar el exterior sin ser vista, aunque a decir verdad, no había ningún otro edificio alrededor que tuviese dieciséis alturas, planta en la que ella se encontraba, desde donde pudiese ser observada. Gustaba de admirar aquel cielo azul surcado en ocasiones por bandadas de aves.
A sus cuarenta y cinco años, era directora de aquella corporación farmacéutica con laboratorios propios desde hacía ya cuatro y aún tenía metas mas amplias en vista.
Si, estaba satisfecha con los resultados de su vida laboral. A pesar de la crisis económica, que les había obligado a bajar sus precios al haberse introducido en el mercado fármacos genéricos de menor coste, la corporación seguía teniendo unos sustanciales beneficios.
Su vida sentimental era otra historia, su marido, diputado por la provincia de Valencia pasaba mucha parte de su tiempo fuera de casa, especialmente en Madrid. En mas de una ocasión la llamaba al teléfono móvil para decirle que no podría regresar a casa debido a algún motivo referente a su trabajo. Luisa era en realidad la causa, una joven afiliada al partido que impulsaba su carrera acostándose con el hombre en un pisito que tenía alquilado el diputado a nombre de un tercero.
Marta, por casualidades de la vida, ya hacía tiempo que sabía lo de Luisa y la verdad es que no le importaba. Las relaciones en el matrimonio se habían enfriado sexualmente hablando y aunque la pareja se seguía teniendo verdadero cariño, aquel amor apasionado había ido desapareciendo con el paso del tiempo.
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