Los viernes II

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Las horas pasaron rápidamente entre música, platica, bromas y mucha bebida; hasta que llegaron las doce de la noche. Debido a la falta de comida y la gran cantidad de alcohol ingerida, sentí el cerebro tan embotado que al levantarme perdí el equilibrio y caí en las piernas de Miguel, el cual en vez de molestarse me abrazo y acerco su boca a la mía. En un principio mi cerebro decía que no pero el alcohol que nublaba mi voluntad y casi un año de no tener caricias terminaron por vencerme. Paseaba su lengua por mis labios como suplicando que los abriera, cuando por fin cedi entro cálida y jugosa para recorrer cada centímetro de su interior, provocando oleadas de calor por todo mi cuerpo.

Mientras me besaba comenzó a desabotonar mi camisa y meter sus manos para acariciar mi cuerpo, excitando cada poro de mi piel. Pellizcaba mis pezones hasta ponerlos erectos y a punto de estallar con lo cual arrancaba pequeños suspiros; con sus dedos recorría la delgada línea que une al ano con la espalda provocando que me arqueara hacia atrás.

Cuando dejo de besarme ya estaba totalmente desnudo, esto me hizo reaccionar y sentirme avergonzado por lo que diría Ricardo de mí, sin embargo al girar para verlo descubrí que estaba parado a unos cuantos centímetros de nosotros y sin ropa alguna.

Tomo mis manos y me jalo suavemente hasta llevarme de rodillas en la alfombra su miembro erecto y gigantesco casi tocaba mi cara.

Comenzó a pasear su virilidad por mis labios provocando ricas cosquillas en ellos.

- Abre, no tengas miedo, no pasa nada. Yo te enseño como- A lo que cedi sintiendo que todo era un hermoso sueño.

Abrí la boca para recibir ese inmenso tronco que Ricardo movía con sumo cuidado y ternura. Un poco hacia adelante y un poco hacia atrás, en vaivén armónico y sin introducirlo más de tres centímetros. Cuando comprobó que ya me había habituado lo introdujo más y más hasta que llegó el momento que tocaba mi garganta, lo cual me provocó arcadas solamente al principio. Una vez relajado Ricardo me dijo:

- Haz el esfuerzo por tragarlo, solamente abre como si estuvieras comiendo un bocado- Lo cual funcionó perfectamente. Sentía como recorría mi interior sin molestia alguna, nunca imagine que algo así se sintiera tan rico. Así continuó durante aproximadamente diez minutos, tiempo suficiente para que comenzara a tener pequeñas convulsiones que identifique inmediatamente con la corrida que estaba a punto de llegar. Oleadas de líquido tibio y agridulce fluían por mi garganta en cantidades verdaderamente increíbles.

En cuanto Ricardo sacó su miembro de mi boca, Miguel me puso en cuatro puntos y, mojando previamente su dedo con bastante saliva, comenzó a meterlo con suavidad en mi ano. Al principio sentí un poco de presión, pero debido a la excitación que estaba disfrutando, parecería que lubricaba por el recto lo cual permitió que mi amigo deslizara otro dedo mojado en saliva, así continuo hasta poder meter cuatro dedos.

Al cabo de cinco minutos le pedí que metiera su miembro. Lo introdujo con tanta ternura que apenas empujaba en mi interior, solamente la punta sentía entrar y salir, esto me lleno de un intenso deseo y ansiedad, por lo cual le grite apremiante:

- ¡Mételo de una vez todo, aunque me rompas las entrañas!- Esto lo provoco de tal forma que comenzó a embestirme cada vez más profundo. Sentía su bestial miembro recorriendo todo mi interior y arrancando espasmos de placer inimaginables hasta ese momento por mi.

- ¡Aun no termino!- Dijo este colosal amigo que me estaba montando con una energía impresionante.

- Siéntate sobre mi falo y disfrútalo, siéntelo moverse en tu interior hasta que me corra.

Obedecí sin objeciones y comencé a subir y bajar hasta quedar exhausto, en ese momento sentí como los chorros de esperma me llegaban a todos los rincones de las entrañas, eso me enloqueció y me corrí sobre mi amigo, procediendo después a desensartarme para poder limpiar el pecho de Miguel con mi lengua sin dejar una sola gota de semen.

Cuando levante la vista Ricardo se encontraba de pie frente a nosotros y me dijo:

- Prepárate que ya estoy nuevamente listo.

Pase la noche más increíble de mi vida, desde las doce de la noche hasta las cinco de la madrugada estuvimos haciendo el amor como enloquecidos.

Desde esa noche adoro los días viernes. Salimos del trabajo a tomar unas copas y conocer chicas, pero siempre terminamos en mi departamento nosotros tres. Por cierto, Esmeralda nunca regreso al departamento y después me entere que ella y Gerardo se habían mudado a trabajar a la filial de Guadalajara.


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