LOS ANALES DE MULEY (1ª PARTE)(10)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 03/06/2015, clasificado en Varios / otros
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Consciente que iba a morir,
a nadie delataría;
ganas de vivir tenía,
pero salvar otras vidas
su corazón se complacía,
pues las daba por perdidas.
Por ello estaba seria:
su vida analizando,
su película pasando;
despidiéndose de todos,
por dentro estaba llorando
siempre con buenos modos.
Yo, a su lado, pensativo,
cada vez más apenado
en la muerte pensaba;
con miedo respiraba,
más el tiempo pasado,
poco a poco me calmaba.
Morir no me hacía gracia,
ni pensar en ello quería;
para adultos es la muerte
y confío en la suerte
que me espera cada día,
por ello debo ser fuerte.
Pero esta situación
es demasiado engañosa,
la contemplo odiosa;
es una realidad
que sería piadosa
si alcanzarse la verdad.
Es derecho defender
nuestra inocencia,
exponer nuestra creencia,
hacer de ello bandera,
pelear por su tenencia
o hacer lo que se requiera.
Aquí no habrá juicio,
iremos al paredón,
para nadie habrá perdón
ni se tendrá defensor,
se pierde la razón
cuando eres vencedor.
Seguiremos esperando
porque somos inocentes,
con ellos no comulgamos;
pues somos seres creyentes
o personas indigentes
si sus creencias no alabamos
Pensé mucho en mi padre
porque aquellos momentos,
plenos de acontecimientos,
avivaban su recuerdo;
yo era muchacho lerdo
para comprender eventos.
Era propio de mi edad,
de muchacho adolescente,
pues me sentía inocente;
tanta era mi impotencia
que el discurrir de mi mente
olvidaba mi inocencia.
Mi padre hizo mutis,
nosotros la cara dimos;
razón tenía al marchar,
pero debió luchar
porque todo lo perdimos
y mucho lo que sufrimos.
Nunca dio explicación
de su fugaz huida,
la vida daba perdida
si en la huerta se quedaba;
hubiera sido un suicida
si a su amo no acompañaba.
Su único delito fue
ser fiel a su patrón,
pues era un simple peón,
agricultor y rentero,
no era ningún ladrón,
pero fue un gran casero.
De casta le viene al galgo,
pues tiene su explicación:
viene su generación
de ser lacayo del rico
y demostrar su sumisión
al virtuoso ?señorico?.
Sus padres, sus abuelos?.
fueron todos criados
de ambiciosos hacendados,
se ganaban su sustento
aunque fueron pagados
con desdén en su momento.
Mi padre siguió las pautas
de su herencia familiar,
a ella supo alimentar
y mi madre fue sumisa;
fue su primera premisa
para bien laborar.
En tiempos de escasez
el hombre es vulnerable,
es persona inestable
si no tiene su sustento;
el listo sabe el momento
y le apunta con el sable.
Yo seguía cabizbajo.
Era un reguero mi mente,
un río, un afluente,
donde muere mi deseo
y donde brota la fuente.
¡Tétrico en ello creo!
Mi madre seguía quieta
en su marido pensando,
en sus adentros llorando;
no esperaba justicia,
pues vio mucha malicia
paras continuar soñando.
Sonriente se echó
en los brazos de la muerte
maldiciendo su suerte;
decidida a morir
se hacía la fuerte
y no la vieron sufrir.
Pero mi madre no sabía
los designios del destino
ni comprendía su sino;
su muerte no había llegado,
era largo su camino
para poder ser segado.
XlV
Seguía con mis aflicciones
cuando alguien allí entró
y al comisario habló;
se oyeron grandes voces
aunque no hubo roces,
más el silencio volvió.
Aquel que entró no le vi,
pues absorto estaba
y tal acción no esperaba;
penetró como un rayo
y de algo fuerte hablaba,
pero no del mes de Mayo.
Se acercó a nosotros
y nos sacó de allí
a nuestros brazos asido;
mucha alegría sentí
cuando de allí salí,
pues me encontraba hundido.
Y levanté la cabeza
para ver al salvador,
era mi maestro, sonriente,
él fue el gran orador,
nuestro humilde defensor
dotado con don de gente.
Cuando a la calle salimos
mi alma se tiñó de luz
porque atrás quedó la cruz;
la alegría nos sonrió
y aquel cielo andaluz
a la vida nos volvió.
Todo pasó. Atrás dejamos
odio y la sinrazón,
la envidia, especulación?.
Fueron momentos vitales,
circunstancias personales
sin excusas ni perdón.
Degustaba libertad
y quería echar a volar,
dejaría de pensar
en tal difícil momento,
febril ahora me siento,
pues iniciaba mi andar?
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