The Fukboy Vol.1 El puto amo
Por JotaRM
Enviado el 04/06/2015, clasificado en Ciencia ficción
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Con la luna menguante en su momento más tenue, el skatepark del suburbio más deteriorado del distrito pobre de MudaFaka City, ya huele a la pintura de los aerosoles que dibujan su propia realidad, oculta y apartada de la monótona y aburrida vida diaria en la gran ciudad. Sobre su tabla, un joven de unos diecisiete años, mulato y de ojos oscuros, vestido con anchos ropajes y de rapado estridente a media cabeza, acompañado por su chucho, trata de contarle un suceso a sus variopintos compañeros.
—Os juro que no era mi intención, yo solo estaba allí, eran el lugar y el momento adecuados —les aseguró el joven moreno de cabello estridente, a la par que torturaba a su pobre mascota, tirándole del collar con la cadena, con cada gesto—. ¡Ese tío enorme disparó a dos maderos! Os juro que estaban muertos.
—Venga ya tío, te lo estás inventando —le recriminó un igualmente joven y delgado muchacho del suburbio, de piel blanca como la cal, conocido irónicamente por el apodo de “BigNigga”
—¡No! ¡Os juro que es verdad! —Les aseguró, una vez más, el joven mulato.
— ¡Venga ya tío! ¡Déjale terminar la historia! —le pidió otro joven, algo mayor y de tatuadísima piel, llamado por todos como: Chocolate Blanco Jhon.
—¡Sí! ¿Sigo? —Preguntó de manera retórica el joven FukMan—. ¡¿Por dónde iba?! ¡A, sí! Entonces lo vi, un pavo con una capucha lo seguía de cerca, no sé quién era, pero el tío era muy escuálido, el grandullón llevaba un maletín y huía de él, trataba de obstaculizarle de mil formas, pero el de la capucha lo esquivaba todo, era increíble, rebotaba en las paredes, saltaba por encima de las papeleras, hacía piruetas por las barandillas y...
—¡Sí! ¡Yo también lo vi! —Aseguró BigNigga, en un tono burlón—. ¡Os lo juro! ¡Podía volar y lanzaba rayos por el ojete!
—Cállate BigNigga —le pidió una joven delgada, de cabello y ojos rosados a media altura, y piel igualmente pálida, adornada con multitud de tatuajes y piercings, conocida por todos como: SilaPink—, eres un pesado, déjale que termine su historia.
—Sí, cierra el pico, tío —le pidió una segunda chica, de idénticas marcas en la piel, pelo y ojos, aunque con un tono de piel mucho más oscuro, conocida como: TifaPink.
—Eres un cenizo —le dijo otro de sus compañeros, en este caso sí, de piel negra y especialmente grande, al que llaman: AnchoDBanda—. Y dame ya tu apodo tío, el mío es un asco, ¿de dónde coño lo habré sacado?
—Tío, sigue con la historia antes de que me apedreen —le pidió BigNigga al chico mulato.
—Bien, otra vez me he perdido —les indicó—. ¿Esto? ¡A sí! El pavo de la capucha lo esquivaba todo, entonces vinieron más maderos y comenzaron a dispararles a ambos. El grandullón debía de llevar un traje anti balas, pero el de la capucha las esquivaba, se veía borroso, entonces alcanzó al coche, lo levantó por encima de su cabeza y...
—¡Joder! —Interrumpió de nuevo BigNigga—. ¡Cómo os podéis tragar esa sarta de paridas!
—¡Que te calles BigNigga! —Le pidieron todos al unísono.
—¡No! ¡Va en serio! —Les aseguró BigNigga, en un tono más severo, tratando de defender su posición—. Es como aquella vez que vio a una pava discutiendo con su novio y se lio con él para joderle, otra vez, el sitio y el momento. O aquella otra vez que paseaba por el parque y un ladrón tropezó con él y se dejó caer el bolso de aquella anciana que le compensó con un billete de cincuenta. ¡¿A caso no veis que es un trolero?!
—Tío, que esa noche nos invitó a todos a helado —le recriminó SilaPink, ante lo que el joven agachó la cabeza—. Podrías ser más agradecido.
—¿Y qué pasó después, FukMan? —Le preguntó TifaPink intrigada, al igual que la mayoría de los demás.
—¡El tío de la capucha lanzó el coche de los maderos contra la pared y explotó! —Les aseguró FukMan—. Después apuntó hacia las llamas con un dedo, ¡y os juro que bajó la temperatura como veinte grados de golpe! Todo quedó congelado.
—¿Y qué más? —Preguntó escéptico BigNigga, antes de darse cuenta de que, ya todos pasaban de él—. Vale me callo, ¿qué más?
—Poco más —mencionó FukMan—. El tío de la capucha dobló la esquina y siguió persiguiendo al grande.
—Tío, tú vives bajo la luz de una gran estrella —le alagó AnchoDBanda—. Solo a ti te pasan esas movidas, te lo juro.
—Si, y tú has estado demasiado tiempo respirando la pintura de los aerosoles —dijo la joven de blanquecina piel a AnchoDBanda—. FukMan tiene una suerte que no se lo cree ni él, y por eso es FukMan.
Poco después de aquella conversación, cada uno tomó su camino y se marchó hacia su casa, confiando en que siguieran en pie. El precario estado de la barriada, no daba mucho más que esperar, aun así, es lo único que aquellos huérfanos sin trabajo se podían permitir. FukMan caminaba con su perro DoggyNoBrand, mientras que piensa en la ciudad. Él, al igual que cualquiera de sus habitantes, es consciente de lo precaria que es la vida según en que zona, y especialmente para la gente del distrito pobre, teniendo en cuenta que la ciudad, se divide en cuatro distritos. En las afueras, más allá de una gran muralla, está el distrito pobre, hogar de traficantes, estafadores, usureros, asesinos y demás escoria. Seguidamente, el distrito obrero, que, como su nombre indica, es donde viven los trabajadores. Es el más grande de todos, si tan solo tenemos en cuenta los que se encuentran protegidos por la muralla. Si avanzamos en la jerarquía, llegamos al distrito noble. No es necesario decir quien vive ahí, ¿no? Bueno, y por último tenemos el distrito central, donde vive la élite, por encima de los ricos, están quienes realmente manejan los hilos de la ciudad. El Mayor DirtyEar, el alcalde, o como todos lo llamaban, más allá de la muralla, el cáncer de MudaFaka City.
Al cruzar la esquina, FukMan notó como una apisonadora humana tropezaba con él, despeñándose contra una pared cercana, arrastrando papeleras y escombros a su paso. Tan solo un segundo más tarde, un segundo hombre encapuchado cruzó la esquina por la que el otro hombre había pasado. FukMan volvió a mirar al hombre despeñado, entonces, literalmente, un rayo le quemó las cejas, siguió avanzando y dejó seco al hombre despeñado. Después de eso, el de la capucha se acercó a él, cogió el maletín que aún agarraba el cadáver achicharrado, y por donde vino, se marchó.
—... —el hombre de la capucha posó la mirada sobre FukMan tan solo un instante, antes de continuar.
—Espera un momento por favor —le pidió el joven mulato.
—¿Qué quieres chico? No te conviene que te vean conmigo.
—¿Qué tengo que hacer para ser como tú?
— Venir conmigo.
—¿Eso no contradice lo que me has dicho antes?
—Chico listo, a los listillos no los quiere nadie.
—Te seguiré de todas formas.
—... Deja al perro en casa.
—¿Cuál es tu nombre?
—ManInTheHood.
—Muy original...
—ManHood, para abreviar.
—HoodMan mola más —le aseguró el joven, tras pensarlo por unos instantes.
—Entonces me llamaré así.
—¿Tan fácil? Yo soy FukMan
—Me la trae floja. ¿Te lo puso tu madre?
—Si tengo madre, no la conozco.
—Entonces yo seré tu madre.
—... Se te va la pinza tío.
—A ratos..., Sí vas a venir conmigo, no te puedes llamar FukMan, tendrás que ser FukBoy.
—FukBoy— Por mí como si me llamas SuperGirl, me la pela.
HoodMan se retiró la capucha, dejando ver un rostro preocupantemente similar al de SuperGirl, manteniendo incluso su tono de piel y color de pelo, aunque aparentemente, muchas de sus partes biológicas, habían sido sustituidas por metal.
—Bien SuperGirl, hora de irnos —le dijo HoodMan, azuzando al chaval para que avanzase.
—¿Sabes? —Le preguntó, antes de soltar a su mascota, pidiéndole que volviera directamente a su chabola—, me lo he pensado. FukBoy está muy bien. ¿Te Puedo hacer una última pregunta?
—Dispara.
—El rayo de antes..., ¿lo lanzaste por el ojete?
País de Eris. Región de Macas. A 1 de enero del 4.045, tras el Primer Gran Cataclismo.
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